lunes, 10 de julio de 2023 0 comentarios

La fragata "Magdalena"

 

La fragata “Magdalena”

 

Antes de empezar a hablar de nuestro buque, debemos fijarnos en lo que es una fragata.


                                                     Fragata española (1700)

Aparece este tipo de velero de guerra, en todas las marinas a finales del siglo XVII.

En esa época, y para defender las posiciones y “Territorios de Ultramar”, ya no eran suficientes los grandes buques de línea, más necesarios y casi imprescindibles en los grandes combates navales, sino que se buscaba un nuevo tipo de barco, que tuviera una gran robustez, que contara con un gran poder ofensivo, y que, sobre todo, fuese muy obediente al gobierno, y por lo tanto más maniobrero y rápido que los grandes navíos.,

Bajo ese criterio se concibió la “fragata”, siendo por lo tanto un navío de los llamados de “menor porte”, con una sola batería e impulsados por un aparejo similar al de los grandes navíos: tres palos, todos ellos con velas cuadras, excepto la cangreja que portaba el palo de mesana.

Empezaron desplazando de 200 a 300 toneladas, e iban armadas con 30 o 40 cañones, para posteriormente aumentar sus dimensiones hasta las 800 y 1200 toneladas, terminando, ya entrado el siglo XIX, en sobrepasar las 1500 toneladas de desplazamiento, convirtiéndose, por lo tanto, en las principales unidades de cualquier Armada.

Fue esta una fragata que con el nombre de “Santa maría Magdalena”, fue botada en los Reales Astilleros de Esteiro (El Ferrol), en el Año de Gracia de 1773.

Muchas fueron las vicisitudes que esta nave atravesó durante su no muy larga vida en activo, encontrándonos con ella en el año 1779, que junto a dos navíos y cuatro fragatas componían una escuadra que, bajo el mando de Don Antonio Ulloa, estaban destinadas al corso en aguas de la “Isla Tercera”.

Esta “Isla Terceira” (cuyo nombre hace referencia a que fue la tercera isla en ser descubierta), y junto con las otras ocho islas, islas volcánicas, “Santa María”, “São Miguel”, “Graciosa”, “São Jorge”, “Pico”, “Faial”, “Flores” y “Corvo”, forman el Archipiélago de las Azores, que aunque estaban bajo la Férula de la Corona de Portugal, eran deseadas por Isabel I de Inglaterra como una magnifica posición para ser utilizada como base de partida para las campañas piráticas contra las naos españolas de la Carrera de Indias, y por nuestro Rey Felipe II, como lugar de estacionamiento de la Armada de Guarda y Defensa de esas naves, y como punto de escala, aguada y aprovisionamiento de los galeones, que solos o en convoy, venían del Nuevo Mundo,

En fin, que las Azores son en resumidas cuentas y tanto para “tirios como troyanos” eran la llave de la navegación desde las Indias Occidentales a la Península Ibérica.

De regreso de esta misión y estando bajo el mando de Don Pedro de Leyva, desde la ” Magdalena” fue avistado sobre el cabo San Vicente un “lugre” corsario de bandera inglesa. Advirtiendo que el corsario enarbolaba excesiva vela, y por lo cual su captura iba a ser prácticamente imposible, si se daba a la fuga, se le ocurrió a Don Pedro un ardid que consistió en meter dentro toda la artillería de la fragata y ocultar a la mayoría de los marineros, dejando solo a la vista los suficientes para que, posteriormente, al maniobrar como un mercante provocara la confianza al mismo tiempo que la avaricia del inglés.

Efectivamente, tal como el comandante español esperaba, el lugre cayó en la bien montada trampa, acercándose confiadamente hasta ponerse a tiro cañón.

 

 


 

Cuando la fragata asomó su artillería, advirtió entonces el inglés su error y de forma desesperada intentó darse a la fuga, lo cual resulto totalmente inútil, porque la pronta maniobra velera de la fragata con toda su fuerza alcanzó pronto al corsario, mientras su artillería comenzaba a hacer fuego, de tal forma y precisión, que, a la primera andanada, rindió a dicho corsario, que resultó ser un barco de 10 cañones y 4 pedreros, de nombre “Duke of Cornualles”.

En el año 1805, la encontramos navegando junto al navío “Terrible”, de 74 cañones, y el “España” de 64 cañones en rumbo hacia La Martinica, para unirse a la fuerza combinada del almirante francés Pierre Charles Jean Baptiste Silvestre de Villeneuve, y varias unidades más bajo el mando de Federico Carlos Gravina y Nápoli.

En ese transcurso, el navío “Terrible”, adelantado al resto de los buques, por ser el más velero y rápido, se encuentra, según va llegando la luz del alba, con dos barcos corsarios ingleses que se le habían puesto a tiro de cañón.

Empieza el Combate y la fragata “Magdalena”, se les acerca con gran ligereza, colaborando a la captura y posterior quema de los corsarios, ya que como orden tenía la de… “sin más orden ni recomendación que la de acudir prontamente donde tuviera lugar el combate”. Se hacen prisioneras a sus dotaciones, e interrogadas, se sabe por medio de ellas, que los dos corsarios son el bergantín “Lord Nelson”, de 12 cañones, con una tripulación de 81 hombres, y la goleta “Enguita” de 10 cañones y 32 tripulantes. Ambos con base en Gibraltar.

Es la “Santa María Magdalena”, la encargada de quemar y echar a pique a la goleta “Enguita”.

Mucho espacio necesitaríamos, para desde aquí contar todas las vivencias ocurridas a nuestra fragata, por lo que, dando un salto en el tiempo pasaremos al final.

Nos encontramos en el año 1810, por lo cual estamos en pleno bicentenario de lo que voy a relataros.

La invasión napoleónica y nuestra Guerra de la Independencia están en su máxima virulencia, y por aquellos días, como prueba de la situación política y sus vaivenes, la idea de que los ingleses, que no hacía muchos años nos los habíamos encontrado enfrente en las batallas de Trafalgar y cabo San Vicente, con los trágicos resultados por todos conocidos, eran ahora nuestros más firmes aliados ante el expansionismo del emperador Napoleón Bonaparte.

Podemos situarnos históricamente en ese momento, debiendo recordar que todo comenzó en la gestación preparación y posterior desarrollo de la “Expedición Cántabra”, que fue una operación naval realizada conjuntamente por las Armadas española y británica contra los franceses.

El mando de la expedición se le confió al capitán de navío Don Joaquín Zarauz, a cuyas órdenes se encontraban, Rober Mends, Jefe de las fuerzas inglesas y Don Blas Salcedo, capitán de navío que mandaba la fragata “Santa María Magdalena”, y el teniente de fragata Don Diego de Quevedo que mandaba el bergantín “Palomo”.


                    La fragata “Magdalena” y el bergantín “Palomo” en “vuelta encontrada”

Esta escuadrilla zarpó del puerto de la Coruña el 14 de octubre de 1810, acompañada por una serie de fragatas, bergantines, goletas y cañoneras, tanto españolas como inglesas, con un total de 12 buques de guerra y 20 de transporte que portaban, aparte de la marinería, 2000 hombres como fuerza operativa de desembarco.

Su objetivo militar era tomar la plaza de Santoña en Santander, que en esos momentos se encontraba muy fortificada por los franceses, mejorar y reforzar su fortificación y establecerla como centro de operaciones para todo el Cantábrico, en cuyo centro, aproximadamente, se encontraba esa ciudad.

A continuación proseguir hasta la toma de Guetaria, en la provincia vascongada de Guipúzcoa, reforzando con ello el dominio en toda la “Costa Cántabra”, ya dominada en su parte Oeste, con importantes bases en El Ferrol y la Coruña, y otras de gran valor estratégico, como las de Vivero y Ribadeo, controlando el centro desde Santoña y el Este desde Guetaria, mientras cortaban por tierra el Camino Real de Irún y principales vías de comunicación, para impedir la llegada de socorros a las fuerzas francesas y no permitir los desplazamientos de la artillería enemiga.

El día 18 de octubre de 1810, se decide el fondeo de la escuadra en la concha de Gijón y el ataque y ocupación de esa Villa, en cuya operación tiene una parte sobresaliente la actuación de una Compañía de Infantería de Marina y una Brigada de Artillería Naval de la “Santa María Magdalena”, más alguna tropa inglesa con lo que se consigue la retirada de la guarnición francesa hacia Oviedo.

Se utiliza la artillería abandonada por los franceses, y se reembarcan las tropas, llevándose con ellas todo aquello del Arsenal que se considera de interés, como efectos, velámenes, obuses, pedreros y cañones, mientras que de los buques se desembarcan otro tipo de municiones y pertrechos para surtir al Ejército del Principado.

Podemos contar con que esa victoria fue “pírrica”, pues el precioso tiempo perdido en la conquista de Gijón, devino posteriormente en la tragedia que se avecinaba.

Zarparon hacia la plaza santanderina de Santoña, a la que arribaron en la mañana del día 23.

Si restamos los cuatro días que estuvieron los barcos fondeados en Gijón, podemos constatar que entre La Coruña y Santoña tardaron menos de una semana en desplazar la escuadra entre esas dos ciudades pese a la gran distancia que las separaba.

Como bien sabemos, el navegar a lo largo del Cantábrico, no es tarea sencilla debido a los violentos y rápidos cambios de tiempo a los que siempre está dispuesto, y eso fue lo que pasó, pues nada más llegar al fondeadero de Santoña, la suave brisa del SO, que los había acompañado en casi todo el viaje, roló rápida y violentamente hacia un fortísimo NO, que acabó formando un gran temporal.

Los navíos más grandes, como la fragata “Santa María Magdalena” y el bergantín “Palomo”, se vieron obligados a “picar” sus amarras para dirigirse a Mar abierta con el fin de poder capear más libremente el viento y el oleaje.

Tras cuatro duros días de continua lucha contra la mar, el temporal les concede una tregua y empieza a amainar considerablemente, lo cual aprovechan los barcos para tomar rumbo hacia la Ria de Vivero, que ya se había acordado previamente en el Plan General de la Expedición como punto de encuentro, si alguna causa obligaba a que se dispersaran los barcos.

Arriban los barcos a la Ría con la Mar en calma y vientos flojos del NE, en la que fondean, bajando buena parte de las tripulaciones a tierra para aprovisionarse, reparar los daños ocasionados por el temporal y atender a los heridos.

Hasta aquí todo era tranquilo y rutinario, pero cuando llega la madrugada del día 1 (Dia de “Todos los Santos”), y la del 2 (día de “Los Difuntos), el viento en calma rola hasta convertirse en un N fresco, que cada vez y con mayor rapidez va aumentando su virulenta potencia hasta convertirse en una verdadera galerna.

A los grandes barcos que su porte ofrecía mayor resistencia al viento, por su enorme obra muerta, comenzaron a faltarles sus cabos y cadenas de fondeo, quedando a la deriva y a merced de los elementos.

Comenzaron a hacerse señales de auxilio a tierra, pero tanto las tripulaciones que allí se encontraban, como los botes y lanchas que contaban, no eran ni por asomo suficientes ni capaces como para llevar la ayuda que se les solicitaba…. ¡Ahí comenzó la tragedia!



Como curiosidad os diré que unas fragatas inglesas que se encontraban en la misma situación desarbolaron sus velas y mástiles, consiguiendo con tan desesperada decisión, el que las olas de retroceso las separaran de la peligrosa costa y las llevaran hasta el centro de la Ría, donde con algo más de tranquilidad pudieron terminar capeando el temporal.

En cuanto a nuestra “Santa María Magdalena”, atrapada por el viento, la marejada y el desgobierno que estos le producían no pudo hacer nada por evitar la falta de su palo mayor, que en su caída arrasó con todo un costado de la nave, provocando innumerables vías de agua que no pudieron ser atajadas con las bombas de achique.

 A partir de ese momento, sobre las 03:00 h. el barco ya estaba irremediablemente perdió, pues sin gobierno y sus cuadernas abiertas, estaba irremisiblemente arrastrado por los vientos contra la playa de Covas.

Al amanecer, ya acallados los gritos y peticiones de auxilio que desde la playa se habían estado escuchando durante toda la noche, el violento oleaje había depositado en la playa, o flotando cerca de ella, varios centenares de cadáveres.

La “Santa María Magdalena” termino sus días encallada en las arenas de la playa de Covas, bajo el terrible castigo del violento oleaje.

De las 508 personas, entre jefes, oficiales, marinería, soldados y auxiliares que componían la dotación, murieron ahogados 500, salvándose tan solo ocho de ellos, que con ímprobos esfuerzos pudieron llegar a la playa, pero en tan lastimosas condiciones, que a los pocos días ya habían fallecido cinco, quedando tan solo tres supervivientes de la tragedia.

A raíz de la muerte simultánea en la “Santa María Magdalena” del capitán de navío, Don Blas Salcedo y Salcedo y de su hijo el guardiamarina Don Blas Salcedo Reguera, una Real Orden prohibió, a partir de ese momento el embarque de padres con hijos y hermanos con hermanos, en el mismo buque.

El bergantín “Palomo”, su compañero de aventuras no corrió una suerte diferente, ya que, arrastrado por las enormes olas, termino sus días totalmente destrozado a unos 400 m. al O, en los acantilados de Sacido.

 


En la playa de Covas, a escasos metros del lugar del embarrancamiento de la “Magdalena”, hay una escultura en la que se conserva uno de los cañones y un ancla de la escuadra y cuya placa reza… “A los 550 náufragos del bergantín “Palomo” y de la fragata “Magdalena”, sucumbidos en esta playa el 2 de noviembre de 1810”.

Dime bergantín “Palomo”

¿Dónde fue tu perdición?

En la Ria de Vivero

Al toque de la oración

 

Di fragata “Magdalena”

¿Qué mal viento te dio el mar?

Todos los vientos son buenos,

si Dios no da tempestad.

 

Esa es la historia de una de las mejores fragatas con la que contó la Armada de esa época, y por desgracia muy poco conocida.

 

Buena Mar y hasta la vista amigos.

 

 

 

0 comentarios

"Amazing grace": La leyenda

 “Amazing grace”: La leyenda

23087

  

 


                                                              El "Greyhound" en apuros

 No era mi intención escribir nada sobre el tema que me ocupa, pero como tengo unos amigos, con un culturón que para mí quisiera, y como soy muy discreto nos voy a decir que me refiero a Perela y "Rostroazul", al hablar de la frase “Amazing graze” y apuntar la historia de un marinero y una tempestad, me provocaron la curiosidad y por eso voy a relataros lo que conozco sobre el tema.

"Amazing Grace” (conocido en algunas regiones hispanohablantes como "Sublime gracia"), es un himno cristiano escrito por el clérigo y poeta inglés John Newton (1725-1807), y publicado en 1779. La composición, una de las canciones más conocidas en los países de habla inglesa, nos transmite el mensaje cristiano de que el perdón y la redención es posible a pesar de los pecados cometidos por el ser humano, y de que el alma puede salvarse de la desesperación mediante la “Gracia de Dios”.

Newton escribió la letra a partir de su experiencia personal, y, aquí aparece la leyenda.

                


John Newton, en los últimos días de su vida.

Nació John Newton en 1725 en Wapping, un distrito londinense cerca del Támesis. Su padre era un comerciante naval que había sido educado como católico, pero mostraba simpatía por el pensamiento protestante, mientras que su madre era una devota cristiana independiente, no afiliada a la Iglesia anglicana. Desde el nacimiento de Newton su madre quiso que fuera clérigo, pero murió de tuberculosis cuando el niño tenía seis años ​

Newton fue educado el resto de su infancia por una madrastra distante, sin ninguna convicción religiosa mientras su padre estaba en el mar, por lo que a lo largo de su juventud vivió varias experiencias y giros inesperados, muchos de ellos provocados por su recalcitrante insubordinación, hasta ser llevado a un internado, donde fue maltratado.

Con once años se unió a su padre en un barco como grumete, pero su incipiente carrera naval estaría marcada desde el comienzo p or su testaruda desobediencia, por lo que se vio, forzado por su padre, a incorporarse a la Royal Navy, de la que se escapó en tres ocasiones, hasta finalmente desertar definitivamente para verse con Mary Polly Catlett, una a miga de la que se había enamorado perdidamente.

                                                               


El negrero John Newton

Humillado como desertor, pero con ganas de hacer dinero, John decidió entonces unirse a una tripulación de trata de personas y se convirtió así en traficante de esclavos, destacándose como un maltratador salvaje y despiadado. Durante esos largos viajes en barco, y ya a bordo del “Greyhound”, Newton ganó notoriedad por ser el hombre más blasfemo de la tripulación, y en un ambiente naval en el que los marineros usaban frecuentes juramentos, Newton fue castigado en muchas ocasiones, no sólo por usar las peores palabras que había escuchado nunca el capitán, sino por crear neologismos que excedían su ya de por sí soez vocabulario.

Newton se burlaba abierta y frecuentemente de la autoridad creando poemas obscenos y canciones sobre el capitán que se hicieron muy populares entre la tripulación. Sus frecuentes conatos de rebelión le llevaron a ser castigado a la inanición hasta casi morir, y a ser encarcelado y encadenado en la sentina, como los esclavos que transportaban

Contaba con 23 años, en marzo de 1748, y mientras el “Greyhound”, un barco negrero abarrotado de esclavos estaba en ruta por el el Atlántico Norte, una violenta y poderosa tormenta, de esas que caracterizan a tan salvaje Océano, azotó al barco provocando que un marinero, situado en un lugar donde justo antes había estado Newton, cayese por la borda y fuese engullido por la Mar, por lo que debido a este hecho, completamente aterrorizado, y con el miedo metido en el alma, y tras horas de extenuante trabajo de achique y creyendo que iban a volcar, Newton pidió desesperadamente al capitán que le dejase intentar algo, a lo que el oficial accedió, implorando por primera vez, cosa que no hacía en mucho tiempo, la ayuda Divina, siendo ese momento el que marcaría el comienzo de su conversión.

Según sus propias palabras, Newton afirmó: “Si esto no funciona, entonces. … ¡Que el Señor tenga piedad de nosotros!”, volviendo a la bomba a la que se ató junto a otro marinero para impedir que fuese arrastrado por el agua. Tras una hora, volvió exhausto al puente de mando, donde reflexionó sobre lo ocurrido en las once horas siguientes Dos semanas después, el maltrecho barco y su hambrienta tripulación desembarcaron en el fiordo “Swilly” o “lough Swilly” (en irlandés, Loch Súilí), que podría traducirse libremente como “Lago de Sombras” o “Lago de los Ojos”

                          


                                                                El "Clotilda",

El “Clotilda”, el último barco negrero que en 1860 transportaba a 110 africanos a territorio estadounidense, medio siglo después de que se prohibiese introducir a esclavos

La conversión de Newton, sin embargo, no fue inmediata si no de una forma paulatina.

Anunció su intención de casarse con Polly, cuya familia, a pesar de que conocía su mala reputación, le permitió escribirle. Volvió a alistarse en un barco esclavista de camino a África y allí siguió participando en las mismas actividades que antes, pero sin su habitual lenguaje. Su propósito de cambio personal se vio reforzado tras una grave enfermedad, pero su actitud ante la esclavitud seguía siendo la misma que la de sus contemporáneos, y continuó comerciando con esclavos en varios viajes, algunos ríos arriba en África, ahora como capitán, para vender los esclavos en los grandes puertos de América. Se casó con Polly en 1750 para evitar el pecado de amancebamiento, y participó en tres expediciones esclavistas más, pero abandonó la marina mercante con treinta años, después de serle ofrecido el puesto de capitán en un barco no relacionado con el comercio de esclavos, al parecer tras sufrir una nueva crisis de salud. ​

Poco a poco comenzó a profundizar en la fe, y después de siete años, dejó la trata de esclavos y encontró un trabajo que le permitió abandonar la marina

 

El vicariato de Olney, donde Newton escribió el himno que se convertiría en "Amazing Grace".

A partir de 1756, mientras trabajaba como agente de aduanas en Liverpool, Newton empezó a aprender por su cuenta latín, griego y teología. Tanto él como Polly se vincularon con la comunidad eclesial de su parroquia, donde la pasión de Newton era tan impresionante que sus amigos le sugirieron que se preparase para el ministerio anglicano. Sin embargo, fue rechazado por el obispo de York en 1758, ostensiblemente por no tener un título universitario,​ pero también por su cercanía al evangelismo y su tendencia a socializar con los metodistas. Newton siguió con sus devociones y, después de ser animado por un amigo, escribió acerca de su experiencia en el comercio de esclavos y su conversión, hasta que llamó la atención de George Legge, “Tercer conde de Dartmouth”, que impresionado por su historia, patrocinó la ordenación de Newton por el obispo de Lincoln y le ofreció la parroquia de Olney (Buckinghamshire) en 1764.

«Amazing Grace» fue escrito para ilustrar el sermón del día de Año Nuevo de 1773, y no se sabe si había música para acompañar los versos, puesto que pudo ser recitado por los feligreses sin melodía.

En 1835, el compositor William Walker asoció el himno de Newton con una canción tradicional titulada «New Britain», que  de acuerdo con el autor Steve Turner, fue “un matrimonio hecho en el cielo…”.,

El himno se convirtió en un emblema de los nuevos movimientos religiosos, y con el advenimiento de la música grabada y de la radio, «Amazing Grace» se popularizó fuera de las celebraciones religiosas

         


El compositor William Walker

William Walker el compositor que por primera vez unió los versos de John Newton a la melodía ‘New Britain’ para crear la canción que se convertiría en ‘Amazing Grace’

Fue una melodía, que interpretada en la década de 1960, a través del “Movimiento por los derechos civiles” en Estados Unidos y la oposición a la guerra de Vietnam, a la canción se la dotó de un tono altamente político.

Tras la Guerra de Vietnam, conflicto bélico librado entre 1955 y 1975 para impedir la reunificación de Vietnam bajo un gobierno comunista, los “Royal Scots Dragoon Guards, regimiento escocés del ejército Británico, grabaron una exitosa versión instrumental, en la que un gaitero solista interpretaba la canción acompañado de una banda de gaitas y tambores.


                                                  Libro de los  "Himnos de Olney"

El final de la página 53 de los ‘Himnos de Olney’, donde se recoge la primera versión de lo que después sería conocido como ¡Amazing Grace’

Como dato curioso, el poema se recoge en la inmensamente influyente novela abolicionista “La cabaña del tío Tom”, publicada el 20 de marzo de 1852, de Harriet Beecher Stowe, donde los versos son cantados por Tom en su hora de más profunda crisis.

John Newton falleció el día 21 de diciembre de 1807 en Londres.

Burna Mar y hasta la vista amigos

Fernando Suárez Cué

  1. maiche perela beaumont 31-mayo-2020 at 15:28

Muy buenas tardes, Fernando.
Qué maravilla de escrito y completísma biografía de John Newton. Me has hecho pasar un ratín muy entretenido. Lo de la cultura en este tema, como en todos, tienes que adjudicarselo a Rostroazul. Yo sola sabía que el clérigo había sido en su juventud un marinero “tempestuoso” y que a consecuencia de una tormenta en la mar se había convertido.
En cuanto a “Amazing Grace”!, que ha sido interpretada por grandes voces como Elvis Preley , Whitney Houston, Rod Stewart, creo que es más que una canción, que un himno, es una oda de arrepentimiento dirigida a Dios por el propio autor, pues es él el desdichado que busca piedad y expiación.
Muy acertado, por parte de nuestra editora, acompañar tu colaboración con una versión de «Amazing Grace» interpretada por Andrea Bocelli. Suena a música celestial. Gracias María.
Abrazos.

  1. Fernando Suárez Cué 31-mayo-2020 at 10:54
Hay que ver con que acierto y buen gusto ha puesto María Toraño, la versión de “Amazing Grace”, interpretada por Andrea Bocelli, casi a «capella», ante el Duomo de Milan. ¡Es mundial!
Un abrazo
0 comentarios

Creencias y costumbres marineras llaniscas.

 

Creencias y costumbres marineras llaniscas

 



                                               El "Repunte de las medias blancas"

 F: ¡Buenos días pandilla!… ¿Cómo están ustedes?

-T: ¡Que! ¿Ya empezamos a hacer el payaso de buena mañana?

-F: ¡Vale, vale! No digo nada, solamente buenos días

-C: ¡Buenos días! ¿Qué cuentas?

-F: Pues nada más que preguntaros una cosa que me llamó la atención, cuando estaba hablando con Paco “Fragarán”, y que estaba relacionado con los tenedores, en los pesqueros cuando están en la Mar, pues, aunque es bien sabido que, aunque el temor a lo desconocido se asienta a todas las profesiones, en el mundo de la mar parece ser más profundo, por lo que aparecen supersticiones de las más diversas procedencias, y que todavía están a la orden del día, como por ejemplo parecen ser los tenedores

-P: Esos “chismes” estaban prohibidos en los barcos, pues daban mala suerte, y no sé porque, pero hasta tal punto, que, si en “el balde” de la comida ponían uno de ellos, lo primero que se hacían al verlo era tirarlo a la Mar, pues era un objeto maldito, llegando hasta el punto de que en Tazones no se podía ni nombrar.

-F: Pues sí que estamos bien,

-T: Pues era así, solamente se empleaban la cuchara y la “navaya”.

-P: ¡Ah! Y ni pienses por un momento que esto era lo único que nos preocupaba, pues había otras muchas cosas, que, si las sumamos a todas la que había en la Costa del Oriente, te encontrabas con “cienes” y “cienes” de cosas, a las que hoy en día ya no le damos tanta importancia.

-T: Bueno, habla por ti

-F: ¿Por ejemplo?

-P: Pues verás, no se podía silbar en ningún momento en alta mar cuando andabas en ella, porque podía atraer al vientu

-F: Que quieres que te diga, si nos vamos a las épocas de la navegación en que las maniobras estaban dirigidas por el silbato del contramaestre, podría ser que se dijera esto para evitar que algún marinero silbara, confundiendo así a la tripulación

-T: Ni llevar un paraguas, que eso era provocar directamente a la mala suerte.

-C: Otra era que una mujer no podía subir a bordo, porque se creía que volvería loco el “compas” (rosa de los vientos)

-F: Como esto viene de antiguo, yo lo que creo, es que decían eso, porque una mujer embarcada con una tripulación de hombres, que posiblemente llevarían muchos días sin ver tierra, podía llevar a situaciones muy tensas, y esa era una manera de evitarlas

-C: ¿Pero de qué vas tu ahora, de “abogau del diablu”?

-F: Bueno, lo mismo decían de la buena suerte que daba el llevar un gato a bordo, aunque solo fuera porque limpiaba de ratones las bodegas y sentinas. Además, no tienes que preocuparte en demasía de ellos porque son muy independientes, además de cariñosones.

-T: Siempre no, pues cruzarte con un gatu negru, una mujer de pelu roxiu o una raposa, era de lo peor que podía pasarte, y solo si decías “toca fierru”, podías alejar esa mala suerte.

-T: ¿Y de los “ciguas”? Que me decís de los “ciguas”, en cuanto uno entraba en la lancha, ya no se pescaba nada. Aquí en la Villa tuvimos a varios muy conocidos, con los que nadie quería salir.

-F: Eso es un poco raro, porque yo salía muchas veces a faenar, y si no se pescaba nada, me echaban la culpa a mí y diciendo que era una cigua, y eso no era cierto.

-T: No sé yo… Por algo te lo llamarían

-C: Total, que si no pescaban se achacaba la culpa al más joven de los que embarcaban en la lancha, y para contrarrestar y quitar esa mala suerte, a la que decían tener “la güita”, había una costumbre muy curiosa entre los marineros de La Arena, en Soto del Barco, que consistía en que el grumete tenía que quemar esa noche un vestido de la “gÜela”

-F: ¡Santa Ana bendita! Y…. ¿Qué culpa tenía la abuela?

-C: Y yo que me sé, pero era así

-F: ¿Alguna otra más?

-R: Pues si, como lo que pasaba en la costa de Luanco, que cuando trababan algún, pez extraño, máxime cuando además de desconocido era feo, se decía que este animal portaba “el cigúatu”, o sea que traía la mala suerte.

-F: Pues fijaros que coincidencia, pues una vez que estábamos hablando de los peces venenosos, os nombré a la “ciguatera” como la enfermedad producida por la ingestión de peces que la padezcan (“ciguatos”), o sea, que realmente “el cigüatu” mala suerte si traía.

-C: Otras eran realmente extrañas y sin una explicación lógica aparente, si es que en realidad alguna tuvo explicación, pero vaya, como otra curiosa la de los pescadores de Carreño, en la Mancomunidad del Cabo de Peñas, que, para atraer la buena suerte, llevaban oculta entre sus ropas una piel de culebra.

-R: Como habéis dicho antes, en esa época y entre los marineros las supersticiones, estaban a la orden del día, por lo que había creencias como “aojar”, o echar el mal de ojo.

Pues bien, cuando se creía que alguna mujer podía “malgüeyarlos” para arruinarles la pesca, los marineros de Tazones metían entre las rendijas de la lancha, manojos de “ruda”, pues era tradición que esta planta ahuyenta a las brujas, conociéndosela también como la “hierba de los mil usos”, pues se dice que las cosas negativas retroceden ante ella, y es por eso que se emplea en una gran variedad de hechizos, ya que no hay mal que no pueda deshacer. También se usaba como hechizo de amor para atraer a las personas indicadas, ya se trate de amigos o de parejas, pero bueno, esa la dejamos porque es otra historia.

 


                                                          Flores de la ruda

 Ahora bien, cuando los pescadores no se daban cuenta de que podían “malgüeyarlos”, eran sus mujeres las que les metían en los bolsillos ajos y castañas, sin que ellos se dieran cuenta, para alejar el mal de ojo.

Estos y otros más eran algunos de los presagios y tabúes en los que creían los pescadores de nuestro oriente asturiano. Creencias que también compartían con gallegos, cántabros y vascos.

-P: ¡Home!, también está la costumbre de romper una botella de champan, sobre el casco del barco que van a botar.

-F: Eso creo que viene ya de los antiguos griegos, que rociaban una buena cantidad de vino sobre la cubierta del nuevo barco. Igual era para comprobar que no filtraba… ¡Vaya usted a saber!

-R: También al armar un barco, se ponía una moneda de oro o de plata, bajo el palo mayor antes de afianzarlo.

-P: ¿Y de los curas? Que me decís de los curas que también era un encuentro de mal augurio el tropezarse con uno de ellos antes de embarcar, y como tampoco podía ser nombrado, se usaban eufemismos como “el de largu” o “el de negru”

-F: Volvemos a lo mismo, la superstición del marinero relacionaba al cura con funerales y entierros, y… ¿Qué crees que podían pensar?… pues que no era plato de buen gusto. Yo creo que todo tiene más o menos una explicación, que, aunque no se pueda decir que muy lógica, no deja de ser una explicación, pues estos y otros más eran algunos de los presagios y tabúes en los que creían los pescadores de nuestro oriente asturiano. Creencias que también compartían con gallegos, cántabros y vascos.

-C: Mira, eso sí lo creo yo, que todo tiene algún motivo para empezar a ser.

-F: Pues ahora si no os importa dejarme que os cuente una serie de personajes de la mitología asturiana relacionada con la Mar.

-T: Empieza que p´a ti es la perrona.

-F: Pues veréis vamos a empezar, a mi modo de entender por las dos más importantes:

 


                                                             La diosa Deva

 La Diosa Deva: Literalmente “diosa”, de acuerdo con un desarrollo vocálico ha de considerarse precéltica de origen indoeuropeo muy popular en territorios galaicos, siendo la diosa que dominaba todas las aguas, ya fueran marinas, lacustres o de ríos y manantiales y se encarga de cuidar de los ciclos de la Naturaleza.

 


                                                             La diosa Navia

 La Diosa Navia: También de origen céltico, es la encomendada de cuidar todo lo que tiene vida, ya que el que su tarea, el hacerla prosperar y crecer depende de ella. Es la Diosa de las cosechas, de la abundancia, de la fertilidad y de la suerte, dependiendo también de ella el trabajo y la economía

En el norte de España, en Galicia y Asturias, algunos pueblos, playas y ríos llevan su nombre.

 


                                                                 El "Nuberu"

 Nuberu: Representado por un anciano huraño y de mal semblante y humor, tiene en su poder y voluntad controlar el tiempo, y se divierten provocando tormentas y tempestades, y como hacedor y rector de las inclemencias, no dudará ni por un momento en utilizar los rayos como terribles armas si es molestado y no digamos atacado. La marinería le teme, y con razón, pues es el culpable de las terribles galernas del Cantábrico, que les impiden faenar y les obligan a regresar apresuradamente a puerto.

                            

"Ventolin"

Los Ventolinos: Los ventolínos son los “primos buenos” de los nuberus. Según el mito son los responsables del rocío nocturno y de las lluvias veraniegas (txirimiri y calabobos). Los “ventolinos” son unos duendes extremadamente pequeños, aunque en ciertas ocasiones se les puede llegar a ver. Flotan en el aire, y a los marineros les llevan los vientos suaves y los rayos de luna, por lo cual tienen una gran aceptación entre las gentes de la Mar. Entre otras tareas, transportan los suspiros de los enamorados, duermen a los niños y llevan el último adiós de los padres, a los hijos que embarcados están lejos, y mensajeros de aquellos que fallecen lejos de su hogar.

 


El "Espumeru"

 Los Espumeros: Parientes de los ventolinos, los espumeros son duendes del mar, extremadamente pequeños y visten un traje de algas, llevan caracolas marinas que les dan les serenes, y ellos les corresponden con sus collares de flores, por lo que en ocasiones salen a tierra a recogerlas. Existen dos clases de espumerus: los espumerus morenos, que tienen unos ojos extremadamente brillantes, por lo que en ocasiones se ponen delante de los barcos en días de niebla para llevarlos a puerto, y los  espumerus rubios, que salen a tierra firme para adentrarse en las casas de los marineros, para llevar noticias de estos a sus familiares parientes y amigos.

 


La Serena

 La Serena: La Serena, o Sirena, era una hermosa joven, con un apetito totalmente desordenado, que comía continuamente pescados y mariscos, hasta que un día, su madre, ya harta de su comportamiento, le dijo: ¡Quiera Dios que te conviertas en pez! Ese día, cuando la joven se bañaba en el mar, sintió como sus piernas se cubrían de escamas y se convertían en una gran aleta. No tardó en consolarse, sintiéndose libre, sin otra preocupación que nadar y bucear. Entonces, llena de alegría, empezó a cantar. Y es por sus canciones, su belleza y alegría, que los marinos la quieren, pues su intención no es desviarles de su rumbo sino alegrarles la ruta y velar por ellos.


La "Seresena"

 La Seserena: Es otra versión mitológica de la serena, aunque este ser, con cuerpo de mujer y sus piernas transformadas en cola de pez, por algún otro tipo de maldición, se nos aparecen en este caso como cantantes de una dulce y bellísima voz, con la que engañan a los marineros para arrastrarlos hacia su destrucción. Quien la ha visto, dice que su visión es terrorífica.

 


"L’home marín"

 L’Home Marin: Es este un siniestro personaje de la Mitología de la Mar Asturiana, que anda merodeando a lo largo de toda la costa en busca de barcos pesqueros, para divertirse con ellos, rompiéndoles sus aparejos de pesca al crear grandes oleajes, o aprovechando las tormentas, que puedan coger al barco desprevenido antes de que éste pudiese volver a puerto. Otra de sus diversiones es destrozar los propios barcos, dejando a los marineros en mitad del mar.

 


El "Pataricu"

 El Pataricu: Se cuenta que estos son unos gigantescos seres que viven en la legendaria isla de Eonavia o Eonaviega (en las costas de entre los ríos Eo y Navia), que tienen un solo ojo en el centro de la frente y un finísimo sentido del olfato que les permite detectar náufragos de los cuales se alimentan. La isla solo era accesible para los barcos que habían sufrido un naufragio, llegando a sus costas arrastrados por la marea, de modo que los supervivientes se veían atrapados en la isla, al haberse quedado sin medios para escapar de ella, siendo también víctimas del hambre de estos enormes cíclopes.

 


El "Repunte de las medias blancas"

 El Repunte de las Medias Blancas: Se trata de un monstruo de aterradora apariencia que vive bajo el mar y que permanece cerca de los acantilados, a la espera de que alguien se acerque demasiado al borde. En ese momento se sube a las crestas de las olas y cuando éstas se estrellan contra el rompiente, salta hacia el acantilado para llevarse a su incauta presa, y arrastrarla con él hasta el fondo de la Mar, para devorarla.

-F: Bueno compañeros, creo que ya está bien por hoy, así que vamos a dejarlo aquí, y marchar a La Barra, a ver como se está comportando hoy la Mar.

-T: ¿Está t’o pagu?... ¡Pues andando!

-F, Siempre preguntas lo mismo, pero en cambio te "estiras" menos que un azuleju.

Buena Mar y hasta la vista amigos

Fernando Suárez Cué

 

 
;