martes, 20 de agosto de 2013 0 comentarios

Ritos y oraciones de la Mar Antigua (Dedicado a Pedro Díaz Arguelles, que de esto sabe muchu)

 
Singular composición fotográfica de un artesano del Occidente de Asturias dedicada a la Virgen del Carmen con el canto de la "Salve Marinera", interpretada por la Banda de Música de la Agrupación de Infantería de Marina de Madrid.

La Virgen del Carmen de Garabandal se apareció en una ocasión con el hábito marrón aún cuando el antiguo vestido original de la Virgen del Carmen fue blanco con manto azul. El hábito marrón es posterior y se puso para diferenciarla más de la Inmaculada.
 
Mientras damos un paseo “El criu de la calle Nueva” y yo, voy a  contar una cosa que se me ocurrió el otro día, a raíz de una película que estaba viendo y que desarrollándose en un barco no te puedes imaginar lo mala que era, sobre todo cuando el capitán gritaba… ¡Todo a babor!, y veías que el timonel se volvía loco girando toda la rueda hacia la derecha. O decía muy serio… ¡Largar toda la jarcia!, y salían todos disparados hacia… ¡Ni  el diablo sabia hacia donde!

Por cierto, ¿Sabíais que la palabra jarcia proviene de la palabra griega exarrión, y esta del verbo exartizo, que quiere decir equipar?

Pues como te decía, se me ocurrió preguntarme qué ritos y oraciones tendrían a bordo los marinos de hace cinco siglos, y me encontré con algunas cosas como las siguientes:

Empezaba el trabajo del día muy de mañana cuando el alba era anunciada a voces por un grumete o paje de guardia cantando.

Bendita sea la luz,
y la Santa Veracruz,
y el Señor de la Verdad´
y la Santa Trinidad;   
bendita sea el alba y el Señor que nos la manda;

bendito sea el día, y el Señor que nos lo envía.

A continuación se rezaba el Pater Noster y el Ave Maria – en latín por supuesto –y después ese mismo paje se dirigía al capitán y a los presentes diciéndoles:

Dios nos de buenos días; buen viaje; buen pasaje haga la nao, señor capitán y maestre y buena compaña amén; así faza, buen viaje faza; muy buenos días de Dios a vuesas mercedes, señores de popa y proa.

Más adelante, hacia las siete de la mañana - más o menos al dar la vuelta a la séptima ampolleta de la guardia del alba – con el baldeo hecho y la nao arranchada, el paje volvia a cantar:

Buena es la que va,
mejor es la que viene,
siete es pasada y en ocho muele,
mas moliera si Dios quisiera,
cuenta y pasa, que buen viaje faza.

Al cambio de guardia, el grumete llamaba a los que iban a entrar en ella diciéndoles:
Al cuarto,
Al cuarto, señores marineros de buena parte,
al cuarto en buena hora de la guardia del señor piloto,
que ya es hora, leva, leva.

Más adelante al caer la tarde y darle la vuelta a la ampolleta que marcaba esa hora, el contramaestre apagaba el fogón, que por seguridad no debía de estar encendido durante la noche, y el grumete se dirigía a la tripulación diciendo:

Bendita sea la hora
en que Dios nació,
Santa María que lo parió,
San Juan que lo bautizó.
la guardia es tomada,
la ampolleta muele,
buen viaje haremos,
si Dios quiere.

Y ya entrada en servicio la guardia de la noche, que como todas las demás se media por las vueltas que se le daban a la ampolleta - que tenía una duración de media hora - se podía oír la tenue voz del paje diciendo sobre el rumor del viento y la Mar:

Una va pasada y en dos muele;
mas molerá si mi Dios querrá.
A mi Dios pidamos que buen viaje hagamos;
Y a la que es Madre de Dios y abogada nuestra,
que nos libre del agua, de bomba y de tormenta.

Una vez terminada su oración, se dirigía al serviola de guardia diciéndole:

¡Ah de proa, alerta, buena guardia!

A lo que es le respondería… ¡Alerta!, para que así supiese eo maestre de la guardia que no estaba dormido.

Los sábados, se alteraba la rutina de los días con el canto de la Salve, que suponiendo – que no sé si será mucho suponer – fuera como la que ahora conocemos, diría así:

 

Salve, Estrella de los Mares,
de los mares, Iris de eterna ventura.
Salve, Fénix de hermosura, Madre del Divino Amor.
De tu pueblo a los pesares,
tu clemencia de consuelo;
fervoroso llegue al Cielo
y hasta Ti nuestro clamor.
Salve, estrella de los Mares.
Salve, estrella de los Mares.
Si, fervoroso llegue al Cielo
Y hasta Ti nuestro clamor.
Salve, estrella de los Mares.
Estrella de los Mares. Salve.

Acabada la Salve y la posterior Letanía, el maestre pedía a todos “un credo a honra y honor de los Bienaventurados Apóstoles, que rueguen a Nuestro Señor Jesucristo nos de buen viaje”.

Después de rezar el Credo todos aquellos que en él creen, uno de los pajes, haciendo en ese momento funciones de monaguillo, pide se rece “un Ave María por el navío y compañía”. El resto de los pajes responde “Sea bienvenida” y tras rezar dicha Ave María, le levantan diciendo “Amén y Dios nos de buenas noches”. Acabándose de esta forma la celebración del sábado.

El domingo no se acostumbraba a oír misa, ya que la mayoría de las naos de esa época no acostumbraban a llevar sacerdotes a bordo, exceptuando las naos que se dedicaban a las misiones de exploración y conquista.

Como bien sabes, y como glosario náutico de ese tiempo, podemos decir que la palabra ampolleta, varias veces nombrada en esta conversación, se refiere al reloj de arena que todos los barcos portaban y que servía para medir, o mejor dicho, estimar el tiempo. En este caso se refiere a la que tardaba media hora en pasar todo la arena de un lado a otro.

Como frases marineras, se solía decir moler la ampolleta ó estar moliendo la ampolleta, por pasar, o estar pasando la arena de un vaso a otro. Parar la ampolleta, cuando a las once y media de la mañana no la giraban, dejando un vaso vacío y el otro lleno, para hacerlo en el instante en que el sol pasaba por el meridiano… ¡Vaya! ponerla en hora.

Robar la ampolleta, o lo que es lo mismo, darle vuelta antes de que hubiera pasado toda la arena con el fin de acortar las guardias. Era típico de los pajes y timoneles. Hablar por ampolletas, hablar cuando le toca el turno a uno, en lugar de hacerlos todos a la vez.

Y ya, para finalizar te diré que  Se conoce como Salve Marinera a un fragmento de la zarzuela El Molinero de Subiza, compuesta en 1870, con letra de Luis de Eguílaz y música de Cristóbal Oudrid.
Dicho cántico fue popularizado por la Armada Española,  y con el paso del tiempo se terminó haciendo muy popular en todos los ámbitos de la Mar.

Estrella de los Mares (Stella Maris), es uno de los nombres con los que se conoce a la Virgen María, y procede de la interpretación de un pasaje del Antiguo Testamento.

En cuanto a la Virgen del Carmen, es la patrona de la Armada, y se sitúa una imagen de ella en lugar preferente, en todos los puentes de los buques de la Armada.

 

Ganado barlovento
 
Surcando los mares al ritmo del Himno de la Armada Española

 Esta marcha, que no tiene letra, fue compuesta por el compositor Ramón Sáez de Adana Lauzurica. 
La Armada convocó un concurso de marchas militares. Hasta entonces, la mayoría de las bandas de música de la Armada interpretaban marchas típicas del Ejército de Tierra, al disponer de pocas composiciones propias de este grupo naval.  El concurso se falló el 31 de mayo de 1968, a favor de esta marcha: "Ganando barlovento".


Y ahora convídame a un café, mi criu.
Hasta la vista.

 

 

 

 

lunes, 19 de agosto de 2013 0 comentarios

Los apodos llaniscos (Conversación con Paco “Fragarán” en Pancar)




-F: ¡Buenos días amigo! Para ser el último de Octubre, el día esta precioso y la Mar para que te cuento, es un verdadero espectáculo. Tanto es así, que ayer estuvimos en los bufones de Vidiago y no te puedes ni imaginar la mojadura que llevé… ¡Por listo! ¿Puedes imaginarte que me puse a contemplarlos a sotavento de ellos? En fin sin más comentarios.
¿Qué estás haciendo con todo ese papelerío?

-P: Pues ya ves Nando, estoy leyendo un escrito de Ventura Junco, que lo editó la Casa Municipal de la Cultura de Llanes, allá por los años 40, y que lo encontré en casa revolviendo entre toda esta maraña de papeles que tengo.

-F: ¡Léemelo, anda!

-P: Pues verás, se titula “Breve historia de los apodos llaniscos”, y dice así:


Montado en su caballo Careto de Pelos sedosos como las Nutrias y cubierto con su Lóriga, se dirigía nuestro amigu el alemán a la ciudad de Sevilla. Cuando atravesaba una Verdosa vereda, se percató de la presencia de varios Raposos de hermoso Pescuezu que, en sentido contrario venían recorriendo el Mundo. Solo les faltaba por conocer la China. Le preguntaron a nuestru amigu por una casa de comidas, y este les indicó una, en la cual les sirvieron un suculentu menú compuesto por Garbanzu de buena clase, Lenguau muy frescu, Chori de confianza y un Tazón de ricu caldu, el cual estaba algo sosu y teniendo por lo tanto que hacer uso del Salero. También comieron un ave, pero no pudieron distinguir si era pichón o Pichona.
Luego que hubieron comido, una camareru con nariz como Pinocho y de mucha Pachorra, les obsequió con unos Pitos que los fumaron hasta dejarlos convertidos en Colillas y, como la comida la rociaron con mucha bebida, se cogieron media Chispa y les dio por bailar la Jota y hacer el Indio.
Ya metidos en juerga les dio por cantar el tango de el Morcilleru, y aunque no estaban muy a Tono, lo hicieron bastante bien, lo cual les valió una ovación y el regalu de varios puros que les hizo un Indianu, así como unas copas que les hicieron ponerse algo Chulos.
Para rematar el día, salieron a bordo de un barquín patroneado por Joselito y se fueron a la pesca del Mugle. Cuando capturaron unu que se debatía como un León en la jaula, lo celebraron tomando un Chato de manzanilla que, solo con el olor hizo caer a Ramonera. Este se levantó, y con la rapidez del rayu embicheró un pez Tuertu que, al bracealu, se le había marchado a Paya. Cerca de este Barquín, estaba el bote del Parrau, y unu de sus tripulantes, al oir el Tin-tan de las campanas, trepó al palu mayor con la agilidad de un Titi, y desde allí divisó a Ca-hito que estaba en La Guía cazando pájaros con Liga, pero el probe muchachu estaba Negro de rabia porque la Redonda, con sus cánticos le espantaba la caza.

 
-F: ¡Oye está bien! Tenía ingenio Ventura. Aunque pensándolo bien, esto ya fue editado en su día. ¿Tú crees que le puede interesar a alguien?

-P: De eso hace ya 60 años, tú estabas a biberón y yo poco más que a pulientas, así que partiendo de un juego de palabras, recordemos los motes llaniscos de personas que con su trabajo y esfuerzo, con su socarronería asturiana y su buen hacer ante la vida, consiguieron que esta Villa fura con el tiempo fura “L arco de Triunfo de la Costa Verde. Lo de la Puerta Grande, ya se nos queda pequeño.

-F: ¡De acuerdo chachu!. Vámonos a tomar las 11.

 
Hasta la vista.
0 comentarios

El bareque (Tertulia Casa del Mar con Cote, Tiquiano, Paco y Ramón)


Pescando sardinas
 
-F: ¡Buenos días os de Dios!
-C: Lo mismo te deseamos.

-F: Juanjo, ponme un cortado por favor.

-T: Ayer te pusimos falta… ¿Onde anduviste?

-F: Tenía invitados en casa y me fue imposible el aparecer por aquí. Por cierto, dando una vuelta, me ofrecieron unas sardinas de bareque que tenían muy buena pinta.
-
R: ¡Pinta la que tú traes! Hace tiempo que no se ve bareque por aquí. Ya te macizaron como a un veraneante para ver si picabas.

-C: Y por como lo dice, parece que está bien macizado y estuvo a punto de picar.

-P: ¡No seas babayu!, cualquiera las distingue, como cualquiera tiene 2 millones.

-T: ¡Vaya hombre! Mucho escaparate, y luego en casa el puchero cociendo con agua sola, así que dexalo p´a prau
-
F: No entiendo nada, así que hacerme el favor de contármelo como Dios manda.

-C: ¡Vamos a ver pacín! Empecemos por decir que el bareque es un aparejo de mallar, y que se emplea dejándolo a la deriva, trincado a una lancha que también está a la deriva.
El bareque se larga a la caída de la tarde (al aseo), o por la mañana, una hora antes del amanecer (al alba), pudiendo variar estos momentos, o sea un poco antes a después, según esté el cielo mas o menos limpio o más o menos encapotado. Para ello, la lancha recorre la Mar con un hombre en proa que se fijaba si el agua ardía o no, pensando que si lo hacía era señal de que había peces. Se les localizaba y empezaba la faena de largar el bareque.

-T: Le operación de largar el bareque, se hacía sin motor, siempre a remo y muy lentamente y sin chapoteos (a remos callados), para evitar emballar el pescado. Ante todo se tenía que comprobar el rumbo que llevaba la corriente, para largar la red a favor de ella, ya que si no, te exponías con suma facilidad que el aparejo se volviera sobre si y te formara una pelota que te inutilizaba todo el trabajo. Una vez extendida la red, esta debía de quedar a una braza o braza y media de profundidad.

-C: Una vez largado el bareque, a la hora u hora y media de estar, como te decía, a la deriva la lancha y el aparejo, se alaba suavemente lo que se llama la bragada, que es final de la red que está unida a la embarcación. Esto se hacía, porque según las sardinas enmalladas que trajera la bragada, cinco, seis o más (o ninguna, que todo el posible en los mares del Señor), los pescadores podían calcular más o menos, la cantidad de pescado que podía traer el aparejo. El error que podían sufrir era mínimo, debido a la gran experiencia que tenían en el trabajo con este tipo de aparejos.
Largaban de nuevo la bragada lentamente al agua, y tras esperar 10 o 15 minutos más, encendían una luz muy potente que portaba la lancha, y empezaban a alar el aparejo con el cuidado necesario para que entre boya y boya, los corchos de la relinga superior no se cruzaran con los plomos de la relinga inferior, pues si eso ocurría todo ese paño quedaba imposibilitado para poder volver a pescar.
Las sardinas pequeñas se mallaban bien, pero las grandes se desmallaban con facilidad, por lo que se acostumbraba a tener un hombre con un celabardo, que estaba preparado para recoger las capturas que tras soltarse del aparejo caían de nuevo a la Mar.

-F: ¿Cuántas lanchas hubo en Llanes dedicadas al bareque?
-P: Quien mas y quien menos, casi todos se dedicaron alguna que otra vez a faenar con este aparejo, pero las que destacaron por su asiduidad fueron, la Mariene de Pepe, Los Vivillos de Ché y Quico, la Celesta de Tajuelo, la Beatriz del incomparable Tiu Pepe y La Nuestra del  Negrín

-F: De esa me acuerdo, pues muy buenos ratos pasé pescando sardinas con el Negrín, cuando tenía la lancha en Ribadesella. Bueno y que mas.
Una vez el aparejo a bordo, venia otra operación muy delicada en la pesca con bareque, y que consistía en el desmallado de las capturas. Y digo que era una operación delicada, porque había desenmallarlas sin descabezarlas, sin machacarles las agallas y sobre todo sin que perdieran las escamas, buscando que al fin quedaran totalmente enteras y muy brillantes. Esa era la única forma de distinguirlas de las sardinas de manjua o de cerco, que aparecían casi siempre mas machacadas y con muy pocas escamas, cuando llevaban alguna.

-R: ¡Te enteras veraneante! Apúntate las diferencias de una vez por todas, aunque no se para que me canso si no vamos a sacar nada limpio de ti.
-T: Las sardinas de bareque son especiales para hacerlas a la brasa, pues una vez están hechas, como se han cocido casi en su propio jugo, quedan enteras y de una calidad y un sabor inigualables.

-P: Dicen que los mejores barequeros de la Cornisa Cantábrica fueron los de Gijón, y sobre todo los de Mañuegues, un pueblo situado cerca del Cabo de Peñas, que es sus correrías tras la sardina llegaban hasta Llanes.

-C: Y ahora, voy a contaros una historia muy buena que ocurrió a bordo de la lancha Mili y Merce propiedad de Santiago Cubillo.

-F: ¿Pero fue verdad?

-R: Tu primero escúchala y júzgala después… ¿Oíste?... ¡Demoniu paisanu!

-C: Pues veréis, estaba esta lancha dedicada al bareque, e iba con ellos una persona de Oviedo, que podía haber sido de otra parte del mundo, pero en este caso era de Oviedo y por lo motivos que fueran llevaban varios días sin pescar nada. Pues bien, una de las veces que se encontraban el tierra, de de Oviedo le comentó a Salero lo que estaba ocurriendo, o sea, que las sardinas ni las olían. Parece ser que Salero sin pensarlo dos veces, o pensándolo muy bien (que hay que conocer a Salero) le dijo: ¡Pero vamos a ver, eso no puede ser!... ¿Vosotros por donde andáis? Porque sabrás que para pescar al bareque, no tenéis, ni podéis estar dentro de agua salada, por lo que… ¡Mira, haz una cosa! Sin comentárselo a nadie, tú vete probando el agua allí en donde os encontréis, y cuando la notes dulce, avisas… ¡Y ya está!... ¡Es muy fácil!
Y así ocurrió. En la siguiente salida a la Mar, Cubillo se dio cuenta de que el paisano de Oviedo, que se encontraba muy concentrado sentado en popa, de vez en cuando metía un dedo en el agua y después lo chupaba con mucho interés. No dijo nada Cubillo y siguió a lo suyo hasta el momento que creyó que el lugar en que se encontraban era bueno, y dio la orden de prepararse para largar el bareque.
El de Oviedo, al oír la orden, metió el dedo una vez más en el agua, y después de probarla dijo con “todo conocimiento de causa”: ¡Aquí no hay nada!... ¡Esta agua está salada!
Se volvió Cubillo rápidamente, para inquirirle que patochada era esa para dar tan rotunda aseveración, por lo cual nuestro ovetense, no tuvo más remedio que contarle la conversación mantenida con Salero.
El patrón haciéndose cargo de la situación, no se si muerto de risa o a punto de tirar al paisano por la borda, dijo con toda su retranca y socarronería… ¡Pues muy bien!... ¡Iremos a largar los aparejos la rio Purón!

-P: ¿Eso será cuento o será cierto?

-F: ¡No sé yo!... Ya se lo preguntaré a Tiago cuando lo vea.

-T: ¿Esta todo pago?... Pues vamos a dar una vuelta por La Barra, a ver como tenemos de humor la novia.

Hasta la vista.

 

 

 
sábado, 17 de agosto de 2013 0 comentarios

El partir


-F: Vaya mañana guapa que tenemos… ¿Visteis los montes?
-T: A ver si aguanta, que esta tarde a los calamares los podemos machacar
-C: ¡Buenos días!... ¿Qué pasó?
-F: Nada, Tiquiano que está hablando de machacar y le iba a decir que para machacado estoy yo, que con la coña de la tómbola, en este barrio no hay quien duerma. Es más escandalosa y hace más ruido que el motor de la Xana.
-R: Pues eso ya es hacer ruido. ¿Oíste?
-P: ¿De qué hablamos hoy?
-T: Pues no sé, podemos hablar de las particiones. ¿Tu sabias como se hacían Fernando?
-F: ¡Ni idea! Y bien que me gustaría saberlo.
-C: Pues verás. Antes, el chocolate no me acuerdo de cómo se hacía, pero lo que si te puedo decir, es que las cuentas se hacían muy claras, entre otras cosas porque participaban y controlaban todas las partes interesadas.
-T: Intervenían todos los marineros de las distintas lanchas que había en Llanes, y cada uno defendía su parte y la de los demás componentes de la tripulación.
-F: ¿Qué embarcaciones eran?... ¿Había muchas?
-C: Ya lo creo que había, y varias, como por ejemplo la Virgen del Rosario.
-F: Esa era la de Gerardo, a la que también le llamaban la Menta, porque tenía el casco pintado de un verde muy guapu… ¿Verdad?
-R: ¡Para un pocu demoniu!, si lo sabes todo… ¿Para qué preguntas?
-F: Vale… ¡Cremallera! Sigue Tiquiano por favor.
-T: Estaban también la Villa de Llanes de Tono y Garbanzu, el Jesús del Gran Poder de Adolfo el Buzu, Maria Josefa de Tonito, la Virgen Maria de José Melijosa, y la Milagrosa de Albal.
-F: ¿Sabíais que cuando yo era un crio y hablaba a media lengua, según mis tías, a esa lancha la llamaba la Milagocha?.
-R: Muy guapín y muy simpáticu el criu, además de un poco irreverente… ¿Pero podrías dejar de interrumpir de una vez?
-C: No nos olvidemos del Socorro de Fabián, ni la Guadalupe de Felix Colilla, la Virgen de Guía de Salero, el Maria Francisca de Paco el Roxiu y el San José de Careto además de otras.
-P: Otras dos que se me vienen a la memoria eran, la Concepción de Marcelo el Mugle y la Felicia de Paco Saro.
-T: Si, y otras muchas como motoras, porque más antiguas, tenemos las vaporas, como eran el Felicia y la Llanisca de Felisín, el Chambelena de Adolfo, el Alonso de Felisín, el Cajuma de llarandi y Cimino
-C: Había tantas embarcaciones en la ría, que cuando se abarloaban unas a otras, podías pasar desde la Dársena a la Rula saltando de lancha en lancha.
-F: Eso si lo conocí yo, y lo había hecho.
-T: ¡Qué tiempos! Había entonces buenas compañías.
-F: Y ahora también. ¿O no es así?
-C: ¡No Nando! Tiquiano se refiere a las compañías en la mar.
-F: ¡A ver!... ¡Esplicádevos rapaces! (Este tiempo de verbo, y en realidad la frase, no sé si será muy correcta, pero la oí cientos de veces en La Moría).
-T: Pues verás, mi criu, cuando una lancha tropezaba con la manjua y empezaba la faena del lance, se podía encontrar con que otra lancha, que también se había dado cuenta de la presencia del pescado, por ejemplo al ver trabajar a las gaviotas y otros pájaros, se acercaba pidiendo compañía. Para ello, el patrón de la lancha que arribaba levantaba la mano como señal de su petición, a lo que el otro patrón, si aceptaba la compañía, daba su beneplácito levantando a su vez la suya. Entonces saltaba un tripulante de cada lancha a la otra, y comenzaban a faenar juntos.
-C: Vamos a puntualizar un detalle, que la cosa no era tan simple y tenía sus otras leyes. Para pedir compañía, el cerco de la lancha que había llegado primero tenía que estar todavía abierto, pues en caso contrario, si el cerco ya había sido cerrado, la pesca era suya y nadie más tenía ya el derecho a reclamarla.
-F: Bueno, pero supongamos ahora que el cerco todavía estaba abierto, que el patrón que llegaba pedía compañía y que el otro patrón no se la concedía… ¿Qué podía pasar?
-T: ¡Pues coño, la descarajada! Se podía armar un espolín muy gordo, pues los recién llegados, por medio de morrillos, arpones, bicheros, arpeos, cajas o atravesando la lancha, en fin con todo lo que se les ocurriera, intentaban levantarles los aparejos y emballar el pescado. Ya sabes… ¡O jugamos todos o rompemos la baraja!
-F: ¿Vaya petaca, no?
-P: Pero vamos a pensar que no había problemas como era lo más normal, que todos se aceptaban, y que se efectuaba la faena de pesca en buena compañía, hasta que dicha faena concluía y los hombres quedaban libres, volviendo cada uno a su embarcación para repartir el total de la pesca entre las dos lanchas y a partes iguales.
-F: ¿Dónde se efectuaban esas particiones, en la Rula?
-R: ¡No compañerín, no! Para hacer las particiones, cada tripulación se dirigía al bar que por costumbre frecuentaban. Unos se dirigían a Casa Angel, otros al bar del Muelle, al Venecia, al de Victor, al Recale o a algún otro de los varios que había.
-C: Y por cierto, se hacía así por fidelidad, ya que para poder sufragar los gastos más necesarios, como podían ser el combustible, aceite, aparejos, comestibles u otros varios, eran esos bares que cada tripulación tenía como base, los que acostumbraban a adelantar el dinero que fuera necesario, dinero que al finalizar la semana se pagaba religiosamente cuando el propietario del bar presentaba la relación de gastos.
-T: Así era. No había ni trampa ni cartón, por eso los sábados, cuando se cobraban las pólizas del pescado entregado en La Rula, se descontaban los gastos, que como a dicho Cote era lo primero que se pagaba, y entonces, y solo entonces, empezaba la partición.
-F: ¿Era muy complicada?
-C: En absoluto, aunque para el que no estaba en ello podía parecerlo, pero las cosas por tácitas estaban más que claras, y jamás se dudaba de la partición, pues todos intervenían en ella, tal y como te dije.
-R: Por lo pronto el 50% de los beneficios se los llevaba el armador de la embarcación.
-F: Eso lo veo normal, ya que en un principio es el que más expone y el más gasto tiene.
-R: No se yo, pero te explico. El 50% restante se repartía entre los 10, 11 ó 12 miembros de la tripulación.
-T: Eso era la soldada, pues así se llamaba la parte que recibía cada uno.
-F: ¿Todos a partes iguales?
-C: No exactamente. Por ejemplo, el cho o pinche, hasta no cumplir el Servicio Militar solo cobraba un cuarterón, o lo que es lo mismo, una cuarta parte de la soldada.
-T: También había la costumbre, de que en cada embarcación hubiera 1 ò 2 marineros que se encargaban de la limpieza del barco, arranchando aparejos, llamando a la gente o alguna otra faena extra, por lo que cobraban media soldada más, o sea, soldada y media al final de la semana. Esta diferencia la pagaba el armador de su bolsillo.
-P: No os olvidéis que también era a costa del armador el pagarle al motorista media soldada mas semanalmente, por engrasar, mantener y tener siempre a punto el motor de la lancha.
-C: Otra costumbre muy curiosa fuertemente arraigada entre las tripulaciones, consistía en dejar en un fondo común 25 o 30 pesetas cada uno para poder luego tomar las 11, que es a lo que hoy día llamamos aperitivo.
-F: ¡Total! Que cada uno cobraba en mano en dinero contante y sonante… ¡Y tan ricamente!
-C: Bueno, no creas, había algunos que no recogían ellos el dinero directamente, o si lo hacían les duraba muy poco en su poder, pues en la puerta del bar, o inclusive dentro de él y observando y controlando toda la operación de las particiones, estaba su mujer, para recoger la paga en el momento, ya que no se fiaban ni un pelín de que dicha paga llegara integra a casa.
-R: Algunas tenían más razón que santas para no fiarse, pues había cada puntu…
-T: ¡En fin! Era otra cosa, había pocos secretos. Hoy día, las particiones se hacen con computadoras y el marinero recibe la paga en un sobre o por transferencia bancaria, sin saber de gastos ni deudas. Todo lo controla el armador, inclusive es este el que cobra, si las hubiere, las Subvenciones para la Industria de la Mar, acabándose los tratos y la discusión. Ahora todo viene impuesto y sin libertad.
-F: ¡Libertad, libertad!... Una vez leí que la única y verdadera libertad es el levar anclas y navegar sin pensar en ningún puerto.
-T: Lo que tu digas... ¡P´a ti la perrona!...Pero vamos a La Barra a ver como tenemos la Mar.

Pesca del bonito a brumeo
Un poco de verdeles en pleno febrero, largando a chicharros, pescando bonitos a caña de 15 kg por pieza con cebo vivo, y al final del video marejada… Todo ello en nuestro Mar Cantábrico
http://www.youtube.com/watch_popup?v=ANgdlvtilaM&feature=youtu.be

Hasta la vista
viernes, 16 de agosto de 2013 0 comentarios

La vida en la mar… ¿Es bella?



Si dejamos a un lado las áureas velas de los modernos yates navegando entre verdes islas caribeñas, cuyas palmeras hundiendo sus raíces en límpidas playas de blancas arenas, balancean suavemente sus ramas sobre las tranquilas y transparentes aguas de turquesíno color -¡Concho!. Me ha quedado una frase preciosamente cursi. – podemos adentrarnos un poco en lo que era la vida a bordo de un navío de los que durante la segunda mitad del siglo XVI y los siglos XVII y XVIII, unieron España con los territorios descubiertos al otro lado del “charco” y nos fijaremos en particular, en aquellos enormes “monstruos”, que en su tiempo fueron los galeones.


Todo comenzó gracias a los árabes, que tradujeron y por lo tanto conservaron para la posteridad las obras de los matemáticos de la Grecia Clásica, sobre astronomía, los conocimientos, aunque aún no muy exactos, sobre la latitud y el desarrollo de ese gran invento náutico que fue el astrolabio.
 
Todo esto, fue lo que marco la gran diferencia entre la navegación de cabotaje y la navegación oceánica o de gran altura. Pero así y todo, no fiándose demasiado, por no decir nada, de sus instrumentos para saber en un momento determinado en que lugar del Océano se encontraban situados, se formaron dos imaginarias carreteras marinas, una de las cuales la situaban entre los paralelos 16º y 18º N, que partiendo de las Islas Canarias y aprovechando los constantes vientos Alisios del NE, acababa en las Pequeñas Antillas, mientras que la segunda, la del tornaviaje o regreso, se encontraba situada entre los paralelos 35º y 37º N, y terminaba en la Península Ibérica a la altura de las Islas Azores, después de aprovechar la fuerza de la Corriente del Golfo y los potentes vientos del NO.
 El viaje podía durar entre 2 y 3 meses, y como es fácil comprender al encontrarse 500 personas, entre tripulación y pasaje, se creaba una situación tan agobiante como conflictiva, sin contar con la intimidad que era prácticamente nula. Solamente el capitán, oficiales, piloto, médico y algún pasajero realmente rico, al que el carpintero le construyese un pequeño camarote a base de paneles de madera, previo pago, podía aceptarse. El mobiliario que no se encontrara en las cámaras de los altos mandos de la nave,  era llevado a su mínima expresión, y su confortabilidad a su máxima inoperancia.

 Podríamos decir, que el navío estaba claramente diferenciado en dos partes, divididas por la línea que marcaba la cuaderna maestra, o el palo mayor. A popa estaba el castillo, zona noble o de prestigio del barco, donde se alojaban y pasaban la mayor parte de su tiempo el capitán, la oficialidad y los pasajeros económicamente poderosos, mientras que en la proa, en el alcázar, se encontraba la marinería y los pasajeros sin recursos, en una palabra, la chusma. (Por cierto el vocablo chusma, proviene del latín celeusma, que era el canto con el que la marinería se animaba al bogar. Mas tarde y por evolución, pasó a denominarse chusma a los remeros y forzados al remo en las galeras).

Estos barcos acostumbraban a portar animales vivos, que ubicaban en lugares preparados para tal efecto, como por ejemplo era el construir sobre el cuartel de las escotillas de proa, la cochinera, el gallinero o el encerradero de ovejas. Las vacas, se colocaban en el interior de una de las cubiertas inferiores y su destino, como el de las ovejas o cabras, era el de proveer de leche fresca hasta que se agotaran, pasando inmediatamente a ser sacrificadas para carne. A las gallinas les ocurría otro tanto en cuanto dejaban de poner huevos.

Cuando se mataba un cerdo, los marineros recibían una parte de él no muy grande, enviándose el resto a la cámara. En cuanto a los animales pequeños, como las gallinas o los pollos o patos, ni los probaban.

 Aparte de estas diferencias, la alimentación en estos buques se basaba en la carne de vaca salada, pero así y todo, cuando se abría un barril nuevo, el mayordomo, escogía para llevar a la cámara los mejores pedazos, aquellos que tenían algo de grasa, y sin ningún tipo de rubor, ya que la misma marinería ayudaba en esta operación. A ellos les tocaba las partes mas secas y duras, a las que llamaban jamelgos, y con razón, ya que desaprensivos aprovisionadores,  les vendían como buey, otras carnes como la de caballo y burro.
 Richard  Henry nos cuenta, que cuando sentados alrededor de la gaveta de la comida, aparecía uno de estos extraños pedazos de carne, el marinero en cuestión, recitaba un curioso verso que decía:

¡Jamelgo, jamelgo! ¿Qué haces ahí?
De la cantera a la punta del puerto
he acarreado piedras medio muerto.
Cuando conmigo acabó tanto abuso,
me salaron para darme uso
en la gaveta del marinero.
Y él ahora maldice mi salero,
taja mi carne, roe mis huesos
y tira el resto de mí al infierno.

Los marineros hacían cola en las letrinas situadas a proa lugar donde más se mueve el barco, para hacer sus necesidades, y que consistía en colocarse en un precario equilibrio sobre un tablón agujereado que se colocaba suspendido sobre la mar. Los personajes de popa usaban, para estos menesteres, los llamados jardines, que consistían en unas garitas exteriores y voladas que portaban a ambos costados de la popa, con puertas a cubierta o a las cámaras y que tenían una tubería de desahogo que llegaba hasta la línea de flotación. Algunas estaban bellamente adornadas, integrándose en  la decoración del espejo de popa.

El comandante y los pasajeros ricos, también empleaban bacines y bacinillas, que sus criados se encargaban de limpiar, y que estaban bajo el mando de un curioso personaje que tenia el título de capitán de jardines.

¡En fin! La verdad es que entre todos ellos, no se puede negar, que contribuían y realmente conseguían que la higiene del barco fuese bastante nefasta.

Una curiosidad cultural de la época, es que se asociaba al agua dulce con ciertas enfermedades extrañas, por lo que se usaba para beber y en un contexto higiénico, únicamente para lavarse las manos y la cara;  y como por otro lado, tanto el capitán como la tripulación estaban obligados a dormir vestidos, nos encontramos con que no se cambiaban de ropa durante el tiempo que duraba la travesía, que en el mejor de los casos era de dos meses, por lo que creo que ... ¡Sobran comentarios!.
No recuerdo, que almirante de la escuadra española, dijo refiriéndose a las galeras de su tiempo, que... “antes de verlas se las podía oler”. Con estos galeones podría ocurrir tres cuartos de lo mismo.

Otra curiosidad cultural de esa misma época,  era que los marineros estaban obligados a preparar su alma antes de zarpar, por lo cual, y bajo previo pago voluntario, se les obligaba a confesar y comulgar.  Por cierto, y por existir esa costumbre, no era extraño que entre la tripulación que les acompañaba, se encontraran que también estaba enrolado algún Santo, que al final entraba en el reparto de la paga como un marinero mas, paga que iba destinada a la parroquia de la que el Santo provenía.

Por ser un incendio a bordo, una de las catástrofes mas terribles que podían ocurrir en un barco del tipo que nos ocupa, los marineros que acostumbraban a tomar tabaco de humo – ya que a cada tripulante, además del peine y la liendrera, se le hacia entrega de una pipa y tabaco – estaban supeditados a unas estrictas normas, que podían ser castigadas con seis días a pan y agua y cargados de grilletes, si se les encontraba fumando en cualquier lugar que no fuera  junto al palo trinquete y al lado de una tina con agua. Por supuesto estaba terminantemente prohibido el fumar de noche o durante las horas de oración.

 En cuanto a los “entretenimientos” de la tripulación, el comandante era el encargado de mantener el orden sexual a bordo, y siendo la homosexualidad en ese tiempo un delito mas despreciable que el mismo asesinato, y solamente superada por la pederastia y si lo hacían, las autoridades de la Casa de Contratación podrían condenarlos por no cumplir sus instrucciones.

Ni los individuos mas poderosos se escapaban de los terribles castigos a los que los condenaban si  eran descubiertas  y denunciadas sus relaciones,  empleándose con ellos la temible garrucha, que consistía en atar al reo las manos a la espalda e izarle desde una verga y sobre la cubierta, colgado por las muñecas, hasta que se le descoyuntasen las articulaciones de los hombros y de los brazos. Por si eso no bastaba, se le ataban pesos a los pies, que eran aumentados poco a poco de tamaño hasta que el reo moría. Esto si no se esperaba llegar a puerto, para que si ante el Tribunal competente se probaba su culpa, el sodomita tenía todas las posibilidades a su favor para terminar en la hoguera como un hereje.

A las mujeres que viajaran con sus maridos, se las protegía con un estricto control, y las viudas eran prácticamente inaccesibles  por estar marcadas por la estricta moral de la época. Resultando que al final, las que se lo pasaban de miedo, eran las criadas que acompañaban a sus señoras, ya  que por tener la moral de la época una manga bastante ancha con las “clases inferiores”, no tenían demasiados  problemas para entrar a compartir con los tripulantes sus juegos amorosos.
 Hasta la vista
 
  
 
 

 

 
;