lunes, 23 de septiembre de 2013 0 comentarios

El Coloso

El Coloso de Rodas. La representación del dios Helios
 
 
El Coloso
La ciudad de Rodas, situada en la isla que lleva su mismo nombre, era la capital de un estado formado por algunas posesiones en las costas del Asia Menor y por las islas llamadas Espóradas, que en número de doce formaban el gran archipiélago del Dodecaneso, al sureste del Mar Egeo.
Fue sin duda alguna, una de las ciudades más nombradas de la Antigüedad y cuyo nombre llegó hasta nuestros días, ante todo, por su importantísimo puerto, que constantemente frecuentado por los navíos fenicios y egipcios, servía además, como refugio a las flotas de los distintos pueblos ribereños del Mediterráneo, a cuyas naves albergaba en él, tras la demanda de comercio y seguridad.
Con el tiempo, y debido a la expansión de los rodios (habitantes de Rodas, hoy denominados rodenses), se formó un imperio marítimo que llego a centralizar todo el comercio del Mediterráneo Oriental, creándose por consiguiente la ampliación del espacio portuario, construyéndose por ese fin, un gran puerto que posiblemente junto al de Alejandría en Egipto, fueron los mayores de su época.
Si empezamos a seguir un poco la historia, nos encontramos que tras la muerte de Alejandro Magno a la corta edad de 32 años, varias disputas tuvieron lugar en la antiguo Imperio Magno, quedando dividido en varios territorios menores. Rodas, al igual que parte de Egipto, quedó bajo el control de Ptolomeo I, controlando así el comercio en la parte oriental del Mar Mediterráneo.
Este hecho no fue del agrado Antígono I “El Tuerto”, por lo que en el año 305 a.C. mandó a su hijo al mando de un ejército de 40.000 hombres para tomar la ciudad de Rodas y romper así el control de Ptolomeo I en el comercio de la zona. Pero la astucia del ejército de Ptolomeo I y debido a la obstinada y feroz resistencia de los rodios, impidió que la toma de la ciudad se consiguiera, obligando al ejército de Demetrio, hijo de Antígono, a huir dejando sus armas de asedio atrás.
Como apunte adjunto, debemos saber que hoy en día, y en recuerdo de las tácticas de este estratega macedonio, se denomina poliorcética al arte militar que consiste en el ataque a plazas o ciudades fortificadas.
Acabado el asedio de Rodas, y retirados del campo de batalla los ejércitos enemigos, la ciudad, en conmemoración y con el fin de celebrar y perpetuar esta magnífica, para ellos victoria, el pueblo de Rodas decidió homenajear a su dios patrón Helios con una construcción de dimensiones desconocidas que fuera el mas colosal de su tiempo, y posiblemente de todos los tiempos, hasta entonces, utilizando los materiales, máquinas de guerra y pertrechos abandonados y dejados atrás en los campamentos de asedio por el ejército macedónico de Demetrio, tras su derrota y retirada. La estatua se construyó sobre un pedestal de entre 15 y 20 metros de mármol blanco junto al puerto de Mandraki (nombre del puerto de la ciudad de Rodas) con un esqueleto de madera y piedra, y forrado de bronce, consiguiendo la estatua alcanzar entre 30 y 32 metros,

Esta figura, la del Coloso, con sus 50 metros de altura, entre pedestal y estatua, y más de 290 toneladas de peso (según cálculos actuales), representaba al dios Helios (el Sol), poderoso protector de Rodas, mientras que otros autores afirman que la estatua representaba a Apolo, aunque bajo la advocación de Helios iluminando el mundo. Se confió la obra al escultor griego Kares de Lindos, nacido en la isla de Rodas y discípulo de Lisipo de Sición, famoso escultor de la corte de Alejandro Magno
Construyó el Coloso de Rodas, comenzando por el diseño de los bocetos hacia el año 300 a.C., y terminándose la construcción de la estatua 12 años más tarde, hacia el 288 a.C. Obra que fue su gran culminación como escultor y a la que posteriormente se la declararía como una de las Siete Maravillas del Mundo. La base era de mármol blanco y la estructura fue gradualmente levantada con hierro y piedra sobre los que se depositaban capas de bronce.
Kares de Lindos terminó suicidándose en 280 a.C. al no poder soportar la presión que le suponía el no estar seguro el haber podido lograr la estabilidad de la gran estatua.
Dicha obra, solo se mantuvo en pie durante unos 55 años, pues en el 224 a.C. un violento terremoto que asoló la isla de Rodas, generó grandes daños estructurales en toda la ciudad, quebrando la estatua de Helios a la altura de las rodillas, provocando el derrumbe de la misma  sobre el Mar, quedando tan solo el pedestal y algunos restos de los enormes pies.
Ptolomeo III propuso la reconstrucción de la estatua, pero el Oráculo de Delphi sugirió que esto no se hiciera, ya que hizo creer a los habitantes de Rodas que el terremoto era la muestra de al dios Helios el Coloso de Rodas le había parecido una gran ofensa a su deidad.
Las ruinas del Coloso, se mantuvieron esparcidas por el mismo lugar de la destrucción de la estatua durante varios años, tal y como nos lo relatan los escritos de Estrabón y Plinio el Viejo, hasta la llegada en el año 672 de nuestra era, y durante el reinado del califa Omar, las fuerzas turcas bajo el mando de Muawiya ibn Abi Sufyan, capturaron la ciudad de Rodas.
Preguntado el califa Omar respecto a lo que debía hacerse con la destruida y abandonada estatua del Coloso, respondió despectivamente, “Reducidla a pedazos y vendedla como chatarra”
La orden se cumplió inmediatamente. Se rescataron de la Mar los restos de este Coloso  y cientos de hombres se dedicaron a destrozar, en pocos días, aquella estatua que a Kares de Linde le había costado doce años construir. En el año 663, ya de nuestra Era, se rescataron del Mar los gloriosos despojos de este Coloso que se vendieron a un comerciante judío de la ciudad de Estesa, el cuál repartiendo el peso en 900 cargas de camellos, los condujo a tierra firme donde fueron fundidos.
De esta forma tan vulgar perdió la posteridad aquel Coloso sin igual, asombro y admiración de los antiguos y orgullo de la próspera y florida Rodas.
Así desapareció el último vestigio de la que fue, según los griegos clásicos, la Quinta maravilla del Mundo Antiguo. Aunque la costumbre de elevar gigantescas estatuas procedía de Egipto, el Coloso de Rodas fue obra griega, es decir, maravilla de arte, producto total y absolutamente bello y fascinante. Gracias a sus dimensiones, los marinos que se acercaban a Rodas veían desde lejos la enorme masa de metal, en cuya pulimentada superficie se reflejaban la luminosidad del cielo y la azulada inmensidad del mar.
Al no haber ningún documento gráfico que demuestre la situación exacta y el posicionamiento de esta gran figura, algunos autores sitúan la estatua con las piernas abiertas, apoyando cada uno de sus pies en cada uno de los pretiles que formaban la bocana del puerto de Mandraki, formando un ángulo bajo el que se veían obligadas a pasar las naves que entraban y salían de Rodas.
Varios estudios estructurales efectuados en la actualidad, demuestran que dados los materiales de construcción usados en ese tiempo, esta forma no era viable, ya que la estatua se habría colapsado por su propio peso durante la construcción.
Otros estudiosos del tema, afirman que el Coloso, efectivamente estaba de pie, pero a un lado de la bocana, por lo cual los barcos entrarían y saldrían junto a él, y no por debajo de él, sistema de construcción mucho más factible.
En lo que sí parecen estar todos de acuerdo, es que como representación del dios Helios, el Coloso portaba en su mano alzada una enorme antorcha, en la cual se encendía una gran hoguera con la doble misión de iluminar la entrada del puerto y de guiar a los naves que por la noche se acercaban de arribada en demanda de refugio.
También hay quien afirma, y con cierta lógica, que una tercera misión del coloso, era protección del puerto de Mandrak, ya Desde lo alto, y en el hueco de la enorme cabeza del Coloso, los vigías rodios oteaban constantemente el horizonte en previsión de algún inesperado ataque por parte de sus enemigos. Cuando en alguna ocasión se aproximaban naves sospechosas, unas recias cadenas eran tendidas de torre a torre para impedir que las embarcaciones pudieran entrar en el puerto y pusieran sitio a la ciudad, mientras  que por medio de una puerta que se abría en el centro de su pecho, se podía arrojar aceite hirviendo, estopas encendidas o, grandes piedras sobre cualquier barco enemigo qué intentase pasar bajo o junto a la estatua.
Pero… ¿Cómo era el Coloso de Rodas? Nadie lo sabe con exactitud, aunque según la opinión de Willy Waas y tal como nos dice, “en todo caso su vista debió ser indescriptiblemente horrorosa, de mal gusto, repelente y además indecente en alto grado”.
La realidad es que hasta hoy día no nos ha sido legada representación auténtica alguna, por lo cual, los dibujantes dando rienda suelta a su imaginación, lo han representado de muy diversas formas, algunas de ellas cinematográficamente absurdas, intentan darnos a conocer la representación del dios Helios en Rodas, una de las más celebradas maravillas de la antigüedad, como ya hemos dicho.
Hasta la vista
 
 
 
 
 

miércoles, 4 de septiembre de 2013 0 comentarios

Frases hechas en la Mar (Dedicado a mi hermano Carlos que en estos temas es un verdadero erudito)


Gran atún atacado por unas orcas mientras era izado a bordo
(Viendo esto, no me extrañaría nada que en lugar de frases se oyeran juramentos en arameo)

A través de los tiempos, y cuando la humanidad comenzó a acercarse a los mares como vínculo de unión de culturas y economías, el lenguaje de los hombres de la Mar se fue asentando entres los habitantes de los pueblos ribereños, para después ir poco a poco penetrando en el interior, no ya como palabras características de las faenas marineras, sino como frases que han ido afianzándose, muchas veces sin saber exactamente su origen ni procedencia, pero indicando una situación, mas o menso momentánea, pero de una forma muy clara.

Hay cientos de estas frases algunas de las cuales me han quedado grabadas, ya por haberlas oído muchas veces de labios de mi madre o mis tías, o por que las he leído u oído en diversos lugares. De todas formas, los que nos han precedido las usaban de continuo, mientras que entre nosotros su uso está decayendo cada vez más y en consecuencia se van perdiendo. Y es una pena, pues con tres palabras y, algunas veces menos, lo dicen todo, y si las intentásemos explicar correctamente, necesitaríamos toda una Enciclopedia.

Estoy seguro, de que si todas las personas que nos visitan en la actualidad pudieran oír a nuestros mayores, en primer lugar les encantaría encontrarse con estas formas de expresión, y en segundo lugar, no entenderían casi nada.

Pues bien… ¡Vamos a por ellas!

Irse por ojo: Cuando se cede o se rinde uno.
Ir al no va más: Cuando algo ya no da más de sí. Cuando se ha llegado al límite.
Ir a galeras: Cuando uno se mete en una situación sucia o desagradable.
A medio viento: Cuando la situación en que uno se encuentra parece no tener fin. Va despacio.
A todo trapo: Es que la cosa va bien, aunque cueste hacerla.
Ir atoado (a remolque): Cuando en una situación determinada es otro el que te abre el camino, dejándole que lleve la parte más dura.
A remos callados: Cuando se efectúa algo sin ruido o de una forma discreta.
Ir al corso: Cuando aprovechándote de las circunstancias, se hace algo sin demasiados miramientos.
Ir al copo: Cuando se va a por todas.
Ir al garete: Cuando la situación, o los negocios, no tienen una buena dirección y por lo tanto no van nada bien.
Al viento que sopla: Cuando te dejas llevar por las circunstancias.
Ir bien marinado: Cuando uno se encuentra dispuesto y bien equilibrado.
Ir como una pava: Contoneándose y llamando la atención del paisanaje.
Con la corriente: No oponer resistencia en ningún caso.
Ir con la costa en la mano: Cuando se intentan hacer las cosas con toda la seguridad posible.
Con la proa a la mar: Cuando uno se enfrenta dispuesto a luchar con las adversidades.
Ir con viento de proa: Cuando se va a probar fortuna. A tentar la suerte.
Ir de boga arrancada: Ir de prisa.
De pesca: De negocios.
Ir echando chiribitas: hacer las cosas con gran rapidez, pero de una forma colérica y enfadada.
Ir hecho un brazo de Mar: Bien vestido y repeinado.
Ir de tierra a tierra: No emprender ninguna acción si no se tiene muy claro el final.
Viento en popa: marchar bien los negocios. Vivir con holgura.
Ir y venir como la marea: cuando se hacen las cosas fijas y de una forma metódica.
Irle en los alcances: Perseguir una cosa de cerca.
Irse de bolina: Cuando algo se viene abajo muy rápidamente. Agravarse un enfermo.
Ir papando duelos: Comportarse con indiferencia ante los males de algunos.
Irle a uno a bordo: Cuando te vienen con la idea de echarte algo en cara. Acometer a uno.
Irse de carona: Cuando una situación te deja maltrecho.
Irse San Telmo a la gavia: Es lo mismo que  “irse el santo al cielo”. Cuando te encuentra totalmente despistado, y ya no sabes ni como te llamas.
Ir zafo de puntas: Cuando te has librado y dejas atrás una situación comprometida
Estar en aguas libres: Cuando solamente dependes de ti, y por lo tanto puedes hacer lo que te venga en gana.
Izar bandera sueca: Hacerte el desentendido.
Izar la escandalosa: Enfadarse. Discutir con violencia. Tomar una decisión extrema.
Izar la bandera: Defender a ultranza una situación determinada.
Echar a la orilla: dar a alguien de lado.
Echar a pique: Deshacer un negocio. Hundirlo.
Echar agua a la Mar: Trabajar inútilmente. “Trabajar para el inglés”.
Echar anclas: tener la intención de permanecer por largo tiempo en el mismo sitio.
Salir de bolina: Insultar. Agredir de palabra.
Echar el anzuelo: Atraer con engaño.
Dar el pecho a la Mar: Hacer frente con valor, a un peligro o una situación difícil.
Echar el flete: Molestar, fastidiar.
Largar la batería al agua: Rendirse ante una determinada situación.
Echar el punto: Colocarte y fijarte en una determinada posición.
Largar la sondaleza: Sondear, tantear, analizar una determinada situación. Echar pelillos a la Mar: Olvidar peleas y querellas
Echar toas: Espiar, cotillear.
Echar los ojos en blanco: Marearse.
Largar la pota: Devolver. Vomitar.
Echar un romero: Hacer un voto.
Echar una racha: Responder, castigar.
Echarse al agua: Emprender una acción que se supone difícil.
Echarse fuera: Separarse de un peligro o de una situación complicada.
Echarse una anguila al cuerpo: Iniciar con presteza cualquier actividad.
Lancear la Mar: Hacer tonterías. “Bobaliconear”.
Echar el agua en una cesta: Emprender cualquier acción que se ve que su finalidadserá inútil.
Ir a la deriva: la persona que va por mal camino y que se presume que acabará mal.
Achicar: Orinar.
Agarrar el puerto: Acabar bien, tras dificultades y malos ratos.
Ir de capitán Araña: Cuando inducimos a otros a hacer algo, que no estamos dispuestos a hacer nosotros mismos.
Caballería de Marina: los que trabajan de forma chapucera. “Marineros de agua dulce”
Agarrarse a un celaje: Aprovechar cualquier recurso para obtener algo en beneficio propio.
Ir de berrea: Discutir airadamente, descubriendo los defectos y vicios del contrario.
Cortar las plumas: Deshacer los razonamientos del contrario con los nuestros. Quitarle las escamas. “Desescamarle”
Ir de halacabullas: Ir de “cho” (grumete, aprendiz). No conocer el trabajo encomendado.
Fondearse de embarcabagazos: Aguantar una bronca.
Ir al abrigo de una boya: Encontrarse en una situación comprometida y con poca defensa.
Estar trincado: Hacer un trabajo duro y pesado, o no poder hacer lo que a uno le apetece.
Estibarse: Meterse en la cama. “Meterse en el sobre”. “Hacer teja”.
Liar el petate: Marcha súbita y repentina de alguien, incluyendo la muerte.
Hacer falsos nudos: Hacer algo mal y que puede posteriormente acarrear algún peligro.
Poner la proa: Cogerle ojeriza a alguien, procurando ponerle todas la zancadillas posible.
Irse de troza: ir se pesado, poco ameno y difícil de aguantar.
Oír silbar al viento: Hacer oídos sordos a las peticiones de alguien.
Andar con pies de Mar: El que tiene habilidad y se mantiene firme en situaciones más o menos difíciles.
Ir de chanfla: El que se mueve de una manera torpe y poco hábil.

La verdad es que todas son bonitas y además cuando se pronuncian, sentencian, ya que demuestran todas ellas que su capacidad de síntesis es muy difícil de superar.
Si alguien puede creer que el pescado es caro, que no se pierda la secuencia final de este video


Hasta la vista.

 

 

 


martes, 3 de septiembre de 2013 0 comentarios

La bandera de la Mar (La bandera de todos)


El buque escuela Juan Sebastián de Elcano es un bergantín-goleta de la Armada Española. Tiene cuatro mástiles con los nombres de Blanca, Almansa, Asturias y Nautilus, nombres de cuatro buques escuela que lo precedieron. Recibe el nombre por el explorador español Juan Sebastián Elcano, capitán de la expedición, tras la muerte de Fernando de Magallanes, que completó la primera vuelta al mundo en 1522. El barco lleva también el escudo de armas de Elcano, que fue otorgado a la familia por el emperador Carlos I tras la vuelta de Elcano de la expedición. El escudo de armas es un globo terráqueo con el lema latino «Primus Circumdedisti Me» («Fuiste el primero en circunnavegarme»). Características: 3600 t apc1. 2900 t en rosca.Eslora: 113,1 m. 94,13 m sin el bauprés.Manga: 13,1 m. Puntal; 8,68 m. Calado: 7 m. Calado aéreo 48,7 m- Aparejo: bricbarca. 20 velas con 3151 m² de superficie. Armamento : 2 cañones de 47 mm. Propulsión: Vela/motor diésel. Velocidad: 16,5 nudos. Autonomía: 1200 mn a 17 nudos.Música: Título: Arcadia. Kevin MacLeod

Desde los tiempos más oscuros de nuestra historia, el hombre, agrupado en clanes, tribus, familias o pueblos, necesitó una serie de signos para distinguirse de sus adversarios, al mismo tiempo que in tentando intimidarles, les consiguiese infundir a ellos mismos valor y entusiasmo.
De la evolución de estos signos convencionales, nació la bandera o enseña, tal y como la conocemos hoy en día.
En una lucha entre tribus prehistóricas, y no ya tan prehistóricas, ¿Qué nos podríamos imaginar serviría a sus componentes para reconocerse entre sí y concentrarse alrededor de su jefe?... ¿Un colmillo de mamut, una piel de oso, las astas de un ciervo o las plumas de un águila?. Podríamos imaginarnos que cualquiera de estos objetos, servirían de distinción y referencia para los componentes de los distintos clanes.

Según Diodoro de Sículo, historiador del siglo I a.C. nacido en la ciudad de Agyrium, la actual Agira en la isla de Sicilia, fueron los antiguos egipcios, los inventores de la bandera, empleando en ella y como símbolos las figuras de diversos animales, como podrían ser el cocodrilo, el ibis, el halcón o el mono.
Por otra parte, dentro de la Biblia, en el Deuteronomio, se nos narra la salida de los israelitas de Egipto, y se nos cuenta que en sus jornadas de descanso… “acampaban por tribus alrededor de símbolos y enseñas que las diferenciaban a unas de otras”.
Pero fueron los chinos los primeros en introducir la unión de la tela al asta, evolucionando esta primitiva bandera hasta conseguir una mejora en la calidad, introduciendo para ella el empleo de la seda. Con este material, y debido a su gran resistencia y ligereza, se permitieron construir banderas de gran tamaño y con una larga duración.
Pero es durante la Edad Media, cuando las banderas adquieren una mayor importancia, comenzando a representar a países enteros, llegando a ser un símbolo centro de veneración y estima, tributándosele los más altos honores, no tan solo por ser la enseña de las Armas Reales, sino por honrar a la nación a la que representaban.
Pero dirijamos ahora la vista a los barcos del siglo XVIII, que es donde comienza nuestra historia.
Se encontraba España bajo el reinado de Carlos III (1759-1788), al mismo tiempo que en otros reinos como los de Francia, Nápoles, Toscana, Parma y Sicilia, también estaban regidos por monarcas de la familia de los Borbones.
El color distintivo de esta Casa Real era el blanco, y sus banderas, todas de ese color, solo se diferenciaban por el escudo que portaban, cada uno distinto según la rama familiar a la que representaban.
En la Mar, y debido a las distancias, fue motivo de diferentes y trágicas equivocaciones y errores, pues las insignias principales de un navío de esa época solo eran reconocibles cuando el buque se encontraba muy cerca, situación en extremo peligrosa si después resultaba ser un barco enemigo.
Carlos III, consciente de esta peligrosa y anómala situación, promovió un concurso de diseños para lograr que a partir de él, saliera una bandera idónea e inconfundible que portaran los buques de su Real Marina. En 1785, Antonio Valdés y Fernández Bazán (Burgos,1744 - Madrid, 4 de abril de1816), marino y militar español, 4º Capitán General de la Real Armada, secretario de Estado del Despacho Universal de Marina e Indias (cargo equivalente al actual de Ministro de Marina), presentó al monarca doce  modelos diferentes para la bandera de los buques, y Carlos III escogió la roja (rojo intenso) y gualda (amarillo brillante), que más recordaba las glorias españolas, desechando "todo perecedero signo de linaje", y aunque seria largo y monótono describir como fueron estos modelos, el que fue escogido quedó señalado en el Real Decreto del 28 de Mayo de 1785, decreto que dice:

Para evitar los inconvenientes y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia, puede ocasionar la Bandera Nacional, de que usa mi Armada Naval, y demás Embarcaciones Españolas, equivocándose a largas distancias, o con vientos calmosos con las de otras naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de Guerra de Bandera dividida a lo largo de tres listas, de las que la alta y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la cuarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el escudo de mis Reales Armas reducido a dos cuarteles de Castilla y León con la Corona Real encima (…), y que las demás embarcaciones usen, sin escudo, los mismos colores (…). Tendreislo entendido para su cumplimiento = Señalado de mano de S.M. en Aranjuez a veintiocho de Mayo de mil setecientos y ochenta y cinco = A.D. Antonio Valdés.
Más tarde, un Real decreto del 20 de Mayo de 1786, hizo extensiva dicha bandera a… “las Plazas Marítimas, sus Castillos y otros cualquiera de las costas”, la anterior Disposición Real. Mientras tanto los Reales Cuerpos de Artillería e Infantería de Marina continuaban con las mismas banderas.
Y ahora la pregunta del millón… ¿Por qué Carlos III exigió los colores rojo y gualda?.

Mucho se ha hablado sobre sus motivos, por eso, mientras algunos estudiosos del tema afirman que fue debido a que estos colores estaban presentes en los escudos de los diferentes y antiguos reinos españoles, como Castilla, León, Aragón y Navarra, otros historiadores creen que no se puede decir que ese fuera el motivo que influyó en su elección.
La idea más arraigada, la cual comparto como verdaderamente cierta, es la que defiende que lo que influyó poderosamente en el ánimo del Monarca, fue la facilidad con con la que estos colores se distinguían en la Mar a grandes distancias. No olvidemos que hoy en dia, el color que domina a nivel mundial, en los artilugios para Socorro y Seguridad en la Mar, es el denominado color butano, que no deja de ser una mezcla del rojo y amarillo. ¡En fin!, que nuestro rey fue un verdadero adelantado en su época, un presursor de la tan manida globalización.
Y esa es la historia.
Carlos III, el gran Monarca Español, escogió para nuestra Marina, una enseña que a la par de segura, es la más bonita, llamativa y elegante de todas las que pueblan el Consejo de Naciones.
Cuando nuestro buque más representativo, el Juan Sebastián el Cano, lo vemos entrar por el abra de cualquier puerto de los existentes a lo largo y ancho de los mares de nuetro planeta, con su trapo preñado de vientos y con esa enorme y magnífica bandera ondeando en su popa… ¿No se le pone a cualquiera la piel de gallina, y el corazón se le encierra en un puño?...
¡A mí sí, por supuesto!. Pues dejando a un lado posiciones o creencias políticas o sentimientos patrióticos, por supuesto algunos (no todos) respetables, al ver ese buque es esas situaciones, creo sinceramente que estamos contemplando una de las máximas expresiones de la belleza.

http://youtube.com/watch_popup?v=_nwNmOg1Q54&feature=youtu.be
 
Hasta la vista.

 

 

 

 

 

 



 
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