miércoles, 14 de agosto de 2013

El charrangue (Conversaciones con Cote, Tiquiano, Paco y Ramón, en la Casa del Mar)


Máquina quitanieves de FEVE limpiando la vía en el paso a nivel de La Galguera


-P: ¡Eso no fue así!... ¿Oíste?

-T: ¿Cómo que no fue así?... ¿Acaso estabas tú?

-C: Como si estuviera, pero te digo que eso no fue así
-F: Buenos días a todos. Veo a algunos ligeramente excitados. Que paso… ¿Parió una gallina?

-C: Nada amigo. Estos dos que como siempre ya están espatuyando
-F: Pues estamos bien. Yo que venía con ganas de tomar un cafetín y charlar un rato con vosotros…

-R: ¡Pues vas por buen caminu chachu! Estos ganas de hablar ya las tienen de buena mañana.
-T: Vaya hombre… ¡El que faltaba! Ahora métete tú.

-R: A mí ni te me dirijas, que estoy hablando con este señor… ¿Oíste?
-P: ¡Anda y vete al charrangue!

-F: Un momentín, un momentín… ¿Qué es eso del charrangue?
-C: ¡Ay manín! Gracias a Dios ya desapareció la necesidad de hacer ese trabajo. Ya no se necesita que nadie se dedique a él, pues aunque en un tiempo les quitó mucha hambre a muchas personas, e inclusive a familias enteras, el charrangue era hijo de la pobreza y solamente traía con él, desesperaciones, peligros y en algún caso trajo hasta la muerte.

-F: ¿Qué más?

-T: Pues verás. La palabra charrangue, viene de charrangar, que quiere decir coger, pero no coger de cualquier manera, si no coger con avidez, a “brazos llenos”.

-C: Hubo una época, y no muy lejana por cierto, que como te decía, las privaciones y la “jambre” eran de tal magnitud, que una serie de personas e incluso familias enteras, por pura necesidad y con el fin de poder salir adelante, se dedicaron a coger carbón de los vagones de ferrocarril que lo transportaban.
Para ello, cuando el tren carbonero se encontraba detenido en la estación de Llanes, se paseaban por el andén y por entrevías fijándose en los vagones que les interesaban y contando el número de orden que ocupaban a partir de la maquina como referencia.

-P: Lo que estas personas buscaban, eran los vagones en los cuales se transportaba el carbón llamado de bloque, y sobre todo al que denominaban la galleta, por ser este último el más fino y apreciado de todos y despreciando totalmente el llamado cisco, ya que era poco más que polvo de carbón mezclado con tierra.
-C: Una vez controlados los vagones que les interesaban y antes de que el tren se pusiese en marcha camino de Santander, se dirigían hacia el túnel y se encaramaban e sobre la boca del mismo, o en sus inmediaciones a esperar a que pasara el convoy.
Cuando el tren aparecía, estas personas que sabían muy bien que venía despacio, tanto porque acababa de dejar la estación, como por el mucho peso que tenía que arrastrar la máquina (que no se caracterizaba precisamente por su potencia), al entrar en el túnel y pasar bajo ellos el vagón que les interesaba, se lanzaban al vacio para caer encima del carbón.
Rápidamente soltaban un saco que llevaban enrollado en la cintura, y cogiéndolo por una parte con los dientes mantenían el saco abierto dentro del carbón mientras con los brazos lo llenaban, charrangaban, en un “visto y no visto”, para que vez lleno poderlo tirar a la vía, donde por regla general lo estaba esperando una mujer para llevárselo.
Toda esta operación la llevaban a cabo antes de que el tren saliera del túnel, sobre todo para poder escapar sin que los guardias se dieran cuenta de toda la maniobra, y no les diera tiempo a reaccionar, ya que si eso ocurría, si los guardias se percataban del negocio, buenos palos podían llevar más de uno, o una, como así ocurrió más de una vez.
Pero la desgracia, como caprichosa diosa que siempre está al acecho, se llevó una vez la vida de un hombre, que por saltar de vagón a vagón, perdió el equilibrio y cayendo entre ellos, fue a parar a la vía donde dejó su vida bajo las ruedas del tren.
Había verdaderos artistas que llenaban un saco en menos de un minuto, además a algunos les daba tiempo de llenar dos o tres c sacos durante el recorrido del tren en el túnel.
Este carbón procedente del charrangue, quitó el frio en muchos hogares e hizo cocer muchos pucheros, además de servir como moneda de trueque para conseguir abastecerse de otros productos básicos en la vida de las familias.

Más tarde, cuando las cosas empezaron a mejorar y la vida fue presentando una cara más amable, este carbón se vendía para conseguir dinero, que al final y por desgracia, terminaba la mayoría de las veces en juergas y borracheras.Ya no servía el espíritu del charrangue. Ya no servía para cubrir necesidades. Ya no era lo mismo… ¡Era otra cosa!
-T: ¡Así fue!... ¡Si señorito!... ¡Eso era el charrangue!... Y ahora vamos a darnos una vueltina por La Barra a ver cómo anda la Mar.
 
 
 Hasta la vista.

 

 

 

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