sábado, 10 de agosto de 2013

El raque


 
Monumento a 'Los Raqueros'

En mayo de 1999 quedó inaugurado este conjunto escultórico realizado por José Cobo Calderón a partir de una imagen real que durante años se pudo ver en este punto de la ciudad.
http://www.youtube.com/watch_popup?v=O88d08A_EHs&feature=youtu.be


Uno de los mayores atractivos, que para mi tiene este “diañu” de planeta nuestro, es sin duda la Mar y todos sus periféricos (como dirían los informáticos), o sea, barcos, marinerías, palabras y leyendas. Por eso, y como siempre ando espatuyando en ese mundo y leyendo todo lo que sobre el tema cae en mis manos, hay veces que te encuentras con palabras, que cuando las vas siguiendo, hasta lo que podríamos determinar cómo sus etimologías, te encuentras con cosas muy curiosas.  Esto me ocurrió con esta que os presento y que voy a intentar explicavoslo.

Como todos podemos imaginarnos, una de las mayores tropelías que se podía (y se puede), hacer en la Mar, es la de engañar a los barcos que por un motivo u otro, sobre todo el debido al mal tiempo, se acercaban a la costa en demanda de algún puerto de refugio, con el fin de hacerlos embarrancar y poder así abalanzarse sobre los despojos de barcos y tripulaciones, pasando a cuchillo a estos últimos, para no dejar testigos que ante la justicia los pudieran envolver en quejas y reclamaciones.

Sobre la etimología d la palabra raque, hay varias tendencias, ya que mientras unos dicen que proviene del latín rapio-is (arrebatar, arrastrar, llevar violenta o precipitadamente), otros creen que proviene del inglés wrecker (ladrón de barcos, saqueador de naufragios), mientras un tercer grupo defiende su origen en la palabra alemana wrack como barco naufragado o resto de naufragio. Del origen o la forma que fuese, derivó fonéticamente al español como raque, que según la Real Academia Española de la Lengua, “es el acto de recoger los objetos perdidos en las costas por algún naufragio o echazón”. Lo que nos lleva a echazón, como “acción y efecto de arrojar al agua la carga, o parte de ella, u otros objetos pesados de un buque, cuando es necesario aligerarlo principalmente por causa de un temporal”.

Hasta aquí podríamos decir en líneas generales, que todo es legal y éticamente realizable, pues “lo que hay en la mar es de quien lo encuentra”, ya que en un principio las gentes de la costa que veía un barco en apuros, lo que procuraban ante todo era su salvamento, recogiendo, en el caso de un naufragio, todo aquello que fuera aprovechable antes de que la Mar se lo llevase para siempre.

Con el tiempo, algunos desaprensivos pensaron que naufragaban menos barcos de los que ellos deseaban, y que provocando sus naufragios, el botín a recoger sería bastante más substancioso que si lo dejaban en manos del todopoderoso Océano.

Idearon para conseguir sus objetivos sistemas diferentes de engaño, como el encender luces en la costa para lograr confundir a los barcos que pensaban encontrarse ante algún faro o farola que les indicaba la entrada en algún refugio, u otro sistema más sofisticado, que consistía en pasear a lo largo de la costa, unos bueyes que portaban unos fanales encendidos, y que con el movimiento de los animales al andar, y por lo tanto el balanceo que les daban a las luces, hacían creer a las tripulaciones que entre ellos y la tierra se encontraba otro barco, por lo que no pensando que les acechase ningún peligro, se acercaban a la costa donde les estaban esperando los peligrosos bajíos que desencadenaban la catástrofe ansiadamente esperada por los piratas de la costa. A estos desalmados que se dedicaron a andar al raque, se les denominó, por derivación de la palabra original, raqueros.

También se llamaban raqueras, a unas embarcaciones de eslora media y de poco calado, que iban armadas con una colisa, o lo que es lo mismo, un cañón por lo general de grueso calibre, que se montaba en la crujía de la embarcación, sobre una cureña sin ruedas, y que  se desplazaba a lo largo de esta. Se dedicaba esta raquera a ejercitar el contrabando, robar y piratear a lo largo de las costas del Canal Viejo de Bahamas. Las tripulaciones de estas embarcaciones portaban además, como armas ofensivas algunos fusiles, pistolas, machetes y hachas para el buen ejercicio de su oficio, teniendo su apogeo entre la mitad del siglo XVI y finales del XVII. Es en esta época cuando aparece, como ya he dicho, la derivación fonética entre la palabra alemana wrack y la palabra española raque, pues había una importante cantidad de piratas holandeses y alemanes, mezclados con hispanos, tanto en los puertos donde acostumbraban a recalar para hacer aguadas y abastecerse de víveres y pertrechos, como en las mismas tripulaciones, que se alimentaban de personas de distintas nacionalidades, siempre y cuando se juramentaran en las Leyes de la Compañía.

Ahora bien, solo hay una ciudad en toda a costa española, donde la palabra raquero tiene otro sentido, y esta ciudad es Santander, en Cantabria

En dicha ciudad, y según los habitantes de la zona de los muelles, con el nombre de raqueros se designaba a los niños marginales, huérfanos o de extracción humilde, que frecuentaban los muelles de Santander durante el siglo XIX y principios del XX,  sobreviviendo de pequeños hurtos y de las monedas que los pasajeros y tripulantes de los barcos arrojaban al mar para que las sacasen buceando. Este apelativo, raquers, que fue aportado por los tripulantes y pasajeros de los barcos ingleses, a los que también robaban ante el más mínimo descuido, terminó pronunciado en una versión castellanizada como raquero.  

 Con el tiempo, estos críos llegaron a ser una atracción. Pescaban y pasaban el día en el muelle, bañándose generalmente desnudos o semidesnudos. La gente les tiraba monedas (perras) al agua para que las sacaran buceando, y se les pagaba por rescatar cosas que caían desde el muelle, como sombreros, alpargatas o cualquier otra cosa.

Entre las gentes de la costa, apareció otra acepción de la palabra raquero, o raquera, que de todo hay en los Mares del Señor, y es la que designa a la persona maleducada, ordinaria, chillona y malhablada. En fin un encanto.

Actualmente hay un pequeño tipo de monocasco, especifico para iniciarse en el arte de la navegación a vela, que también se le conoce con el nombre de raquero
 
Vela ligera - Navegando en Raquero
 
Hasta la vista.

 

 

 

 

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