miércoles, 30 de noviembre de 2011

El navio "Santa Ana"

Queridos “orienteadictos”, es mi intención el conseguir una pequeña  reseña histórica de ciertos “navíos de línea” de la Real Escuadra Española, que marcaron un hito en la Historia Naval y que por el nombre que portaban, tuvieron una serie de connotaciones, que aunque solo fueran nominales, nos llevara a los llaniscos, que en su mayoría no las conocemos, a que pudiera motivarnos el  sentir por ellos un cierto interés, y movernos a una cierta simpatía.

Es por este motivo, y por medio de distintos artículos, intentaré contar parte de la historia de unos barcos que mediante innumerables y muchas veces difíciles y otras trágicas singladuras, pasearon por las diversas mares del Orbe los nombres de “Santa Ana”, La Magdalena”, “San Roque y “La Guía”.

Ante todo hay que saber, que los llamados navíos de línea, fue un tipo de barco de guerra, que portaba tres palos con aparejos de velas cuadras y dos o tres cubiertas artilladas. Se le llamó así, porque fue el primer tipo de buque utilizado en una nueva formación de combate de  las escuadras navales de la época.
Esta formación utilizada a partir del siglo XVIII, ha llegado hasta nuestros días con algunas diferencias debido a las novísimas  tecnologías en la Armada en general, y los buques de guerra en particular.
Consistía en que los navíos se alineaban los unos detrás de los otros con el fin de conseguir formar un verdadero muro de artillería que pudiera disparar simultáneamente densas salvas, o andanadas, contra la flota enemiga.

En la Armada española del siglo XVIII, los navíos se clasificaban en tres clases, según el número de cañones, entre los 100 que como mínimo portaban los de 1ª categoría, a los de 60 cañones que armaban los de 3ª.

El navío de línea más grande y con más cañones jamás construido en su tiempo, fue el español “Nuestra Señora de la Santísima Trinidad(el “Santísima Trinidad”, también llamado “El Escorial de los Mares”), y que queda fuera de toda nomenclatura clasificatoria, debido a que sus cuatro puentes  lo hicieron el buque mas grande, artillado y único en la Historia Naval mundial.
El pensar en un navío  armado con 136 cañones y 4 morteros, se salía, en su tiempo, de casi toda lógica técnica.
Era una verdadera Catedral sobre las aguas.

Pero volvamos a nuestro “Santa Ana”.

Este magnífico navío, botado en los Astilleros de El Ferrol el 29 de Septiembre de 1784, fue construido por D. Miguel de la Puente, siguiendo los planos del Ingeniero de la Marina, D. José Romero Fernández de Landa, el cual se basó en los diseños del Purísima Concepción, resulto ser un magnífico velero, y aunque considerado como un buque de 112 cañones, llegó a armar sobre sus cubiertas 104 cañones y 32 obuses de distintos calibres, y que fue con dicho armamento como se presento en la Batalla de Trafalgar.
Fue de unos resultados tan positivos, que según una Real Orden del 12 de diciembre de 1786, se ordenaba que todos los navíos de “tres puentes” que desde entonces se construyeran, lo fueran bajo los planos del Santa Ana.
Pertenecía a una clase, conocida comúnmente como los “Meregildos”, barcos muy marineros, muy maniobreros, muy resistentes y con una gran potencia de fuego.
Deben este nombre en honor de uno de los buques construidos, el “San Hermenegildo”, navío de tres puentes y 112 bocas de fuego.

Su eslora era de.210 pies (64 m.), en quilla limpia media 185 pies (56,39 m.), 58 pies de manga (17,68 m.),  27 pies de puntal (8,23 m.), y con un desplazamiento a “son de mar” de 2.308 Tm.
Un verdadero coloso de los Océanos.

Su dotación se componía de 745 hombres como buque de guerra, que aumentaban a 1050, aproximadamente cuando entraban en guerra abierta.
La dotación en la Batalla de Trafalgar fue de 1102 almas.

El 15 de Diciembre de 1784, bajo el mando de D. Félix de Tejada, totalmente armado con el fin de comprobar su comportamiento en la mar, parte de El Ferrol, con rumbo a Cadiz.

Como resultado de esta prueba, obtuvo muy buenas criticas, de las que podemos señalar algunos de los  informes que decían de él:

a)     Viró por avante y redondo, solo con el timón, sin tocar las velas y solo con estas sin utilizar aquel.
b)      Con mar llana y todo el aparejo, navegando en rigurosa bolina, dio ocho nudos con 2º a 3º de abatimiento
c)     Con viento fresco, navegando en 12 cuartas y forzando vela dio diez nudos.
d)     Con mucho viento y mar, navegando con tres gavias en tres rizos y contrafoque en 6 ½ cuartas, escoró en el canto alto de la cinta principal, con balances y cabezadas muy suaves y 9º como máximo de abatimiento.
e)     Capeando en papahígos (solo con mayor y trinquete), con temporal y mar muy gruesa, dio tres nudos con 2º ½ cuartas de abatimiento.

De todas formas, D. Félix de Tejada, que había observado que los palos del Santa Ana eran “de una longitud excesiva, dando una escora alta, lo que impedía el uso de la batería de sotavento con vientos fresco, especialmente si se unía algo de mar, por lo cual proponía una arboladura mas proporcionada. Recomienda su sustitución, por unos mas acordes a las características de este navío, por lo que se le lleva al 3er. dique de La Carraca, siendo el primer barco que entra en este dique, donde se le rectifica la arboladura, siendo el propio Romero Landa, quien los modificó, disminuyéndola, al mismo tiempo que se  le carena y se forra su obra viva de cobre viejo, sobre su forro de madera.

Se comentaba que su maniobrabilidad y extremadamente fácil gobierno, pese a su tamaño,  le hacia uno de los mejor construidos en Europa, “pues conserva la batería en buen uso con viento fresco y mares gruesas”, como diría su comandante en los informes.

En 1797, sus lanchas y botes, junto con las demás cañoneras, participan en el rechazo de asalto de Jervis y Nelson a Cádiz, dedicándose durante casi toda su vida activa a hacer campañas por el Mediterráneo y el Golfo de Cádiz.

En una varada accidental a la salida de esta ciudad, cuando se dirigía a Brest con la escuadra del Capitán General del Departamento de Cádiz, D.José de Mazarredo Salazar, el navío tiene que quedarse en Cádiz y desarmarse, por lo que se juzgo en Consejo de Guerra la conducta de su comandante Hidalgo, tras el cual fue absuelto de toda culpa y restituido a su empleo anterior.

El día 20 de Octubre de 1805, nos encontramos con nuestro navío, que bajo el mando del comandante, D. José de Gardoqui, y bajo la bandera de D. Ignacio María de Álava, sale de la bahía de Cádiz, para junto a la escuadra combinada franco-española, comandada por el Almirante francés Pierre-Charles Villeneuve, y por el Teniente General español D. Federico Gravina y Nápoli, a bordo del Príncipe de Asturias, de 112 cañones,  llegar a las aguas de Trafalgar al día siguiente.

Con ellos navegan D. Cosme Damián de Churruca y Elorza, al mando del San Juán Nepomuceno de 74 cañones, D. Dionisio de Alcalá Galiano, sobre la cubierta del Bahama de 74 cañones y D. Baltasar Hidalgo de Cisneros, al mando del enorme Santísima Trinidad, entre muchos nobles y valientes marinos.

En la mañana del 21 de Octubre, se avistan las escuadras, y el almirante Pierre-Charles Villaneuve, que desplegaba su insignia en el navío de 80 cañones Bucentaure, dispone sus barcos en línea de sur a Norte, intentando evitar el combate.

Pero se encuentra a sotavento de dos formaciones en línea por su través de babor, una al Norte bajo el mando de Lord Horacio Nelson, Almirante de la Armada Real Inglesa, a bordo de su buque insignia el Victory de 100 cañones, y otra mas al Sur mandada por el Vicealmirante Cuthbert Collingwood a bordo del Royal Sovereing de otros 100 cañones.
La 1ª formación tiene como misión el cortar la línea franco-española entre la vanguardia y el centro, mientras que la segunda intentará separar el centro de la retaguardia.

Nuestro Santa Ana, en el centro de la formación franco-española, ve acercarse por su través de babor al Royal Sovereing, y separándose de la misma, se dirige a su encuentro entablándose singular combate entre ambos navíos.

Por ser el Royal Sovereing un barco muy rápido, se había adelantado al resto de la flota y fue la primera nave británica que entro en combate, lo mismo que el Santa Ana por parte de la fuerza combinada franco-española. Hay dudas de quien disparó primero, pero lo que si parece ser cierto, es que el ataque del navío inglés fue efectuado con tal furia de fuego, rapidez y precisión de tiro que estuvo a punto de enviar a los abismos del mar al Santa Ana
Reaccionó este, con ayuda de otros navíos que vinieron en su asistencia, en el ataque a su enemigo por ambos flancos dañándolo seriamente, sintiéndose al final aliviado por la llegada del resto de la escuadra británica.
En esta acción, cae herido su comandante D. José de Gardoqui

El Santa Ana, desarbolado por completo, dañado el timón, destrozada su popa y abiertas las cubiertas, no se pudo hacer nada, y arrió la bandera, siendo tomado por los ingleses.
Sin embargo, estando ya en manos de ellos, se produjo un furioso contraataque, protagonizada por el navío Rayo de la Flotilla de Salvamento enviada desde Cádiz, por medio de la cual les fue arrebatado, devolviéndole la bandera que le correspondía, y remolcándolo hasta el puerto de dicha ciudad la fragata francesa Tethis, desde donde posteriormente pasó al arsenal de La Carraca, y entrando en dique, fue carenado y armado en firme.
Por su parte el Royal Sovereing, totalmente desarbolado y a punto de hundimiento es remolcado con grandes fatigas hasta Gibraltar, mientras su Comandante el Vicealmirante Collingwood, tuvo que trasladar su insignia a la fragata Euralyus.

El Santa Ana fue el estandarte y el baluarte español en Trafalgar y fue el primer buque que frenó el embate inglés

En 1812, estaba en la escuadra de D. Juán José Martínez de Espinosa. En agosto de ese mismo año, zarpa para La Habana en muy mal estado en compañía de Príncipe de Asturias y el navío inglés Implacable, llegando a su destino falto de víveres, agua y con la mayor parte de su tripulación enferma.
Allí, en el Arsenal de la Habana, quedo para servir unas veces de pontón y otras como depósito de marinería.
Falto de carena, se fue a pique en 1816, quedando apoyado en el fondo del puerto frente al Arsenal.

Triste fin para uno de los mas grandes navíos de nuestra Armada, que había cumplido 32 años de servicio, y que posiblemente, si hubiera estado en su tiempo en manos de otras Administraciones, ahora, en nuestros, días, lo podríamos contemplar en cualquiera de los puertos de nuestro extenso litoral marítimo, como museo flotante, y además para nuestro asombro deleite y orgullo, en todo su esplendor.



                                                                               
                                                                              Fernando Suárez Cué
                                                                              
                                                                     Barcelona, a 12 de Diciembre de 2010



1 comentarios:

Anónimo dijo...

HOLA FERNANDO YA VEO QUE ESTAS HECHO UN GRAN ESCRITOR , ME PARECE MUY BIEN SIGUE ADELANTE Y SI PUEDES ME GUSTAN MUCHO LAS FOTOS ANTIGUAS.
UN SALUDO JJAM

Publicar un comentario

 
;