Calamar, calamar
cándido calamar,
que relleno de tinta
non sabes pintar.
Así
dice una canción popular luarquesa, refiriéndose a este cefalópodo, que durante
los meses de verano, es la obsesión de los marineros, y de los no tan marineros,
de la costa llanisca.
Los
primeros, son en su mayoría marineros de verdad, hombres que normalmente han
tenido toda una vida dedicada a la Mar, y que cuando les ha llegado la hora de
su jubilación, no se han resignado a quedar en tierra sin hacer otra cosa que
contemplar la Ría, por lo que embarcando en botes y lanchas, unas veces solos y
otras en compaña, salen con el alba para practicar esta, mitad pesca, mitad
deporte, con el fin de entretenerse y si al mismo tiempo se consigue con ello
unas cuantas “perras”…¡Bienvenidas sean!.
Conocen
los sitios, manejan sus marcaciones, y hay entre ellos verdaderos especialistas
de los que es prácticamente impensable el que regresen sin que traigan algún granu, que por muy pequeño que sea,
siempre es bien recibido. Les he oído decir una frase que es todo un compendio
del saber cuándo embarcan uno pequeño… ¡Mas
chicu ye el arroz, y cómese!
Sus
nombres siempre estarán presentes en la memoria, en cuanto nos acordamos de
situaciones creadas cuando las lanchas están pescando o esperando pescar,
porque…Haberlos hailos… ¿Pero chico no
comen! … No sé qué demonios pasa… ¡Pero no comen! … Y mira que está la mañana
guapa p´a ellos.
Mucho
me han ayudado y mucho he aprendido de estas personas, prestando toda mi
atención cuando empiezan a contar sus andanzas y correrías, algunas de ellas no
exentas de peligro. Al final la carcajada sale de lo más hondo, debido a que
las anécdotas y situaciones narradas por ellos son realmente jocosas.
No
es mi intención nombrar a ninguno, porque entre otros motivos, no tengo su
permiso para ello y por lo tanto no se si les gustaría, pero siempre recordaré con
gran cariño esas charlas, apoyados en las distintas barandillas del puerto, ya
sea en la del puente, en del Sablín, en la del nuevo puerto, o simplemente
dando una vuelta por el muelle junto a ellos.
Pero
llega la tarde y aunque el día es soleado, se empiezan a ver algunas nubes, que
a lomos del gallegu, vienen más
deprisa de lo deseable.
Aparecemos
entonces los veraneantes y dan comienzo a otra situación totalmente distinta.
Lo que por la mañana, al alba, era tranquilidad y silencio, por la tarde son
voces órdenes y contraórdenes, notándose todavía, y sobre todo los primeros
días, el nerviosismo que se trae de las pequeñas y grandes ciudades.
Cuando
las lanchas han llegado a las zonas de pesca, ya sea a pique de Llanes, al E. sobre la desembocadura del Purón, o muy al W., sobre el cabo La Mar, se vuelve otra vez a notar la
diferencia entre los pescadores del alba y los de la tarde, ya que es ahora
cuando acostumbran a aparecer muchas lanchas, de fibra o de goma, que con
motores relativamente potentes, empiezan a moverse de un sitio a otro, sin
poseer esa paciencia que caracteriza al hombre de la mar, y formando algunas
veces un batiburrillo que para que
contar.
Todo
esto se va calmando al cabo de unos días, y llega el momento de pescar el
calamar, a lancha parada y presenciando esos atardeceres en la Mar, y que la
mayoría de las veces desearías que no acabaran nunca, ya que presentan un
espectáculo de movimiento, luz y color como tan solo la Naturaleza es capaz de
escenificar y que termina por sosegarte el espíritu y dejarte la mente en
blanco, obligándote a estar tan solo observando todo lo que ocurre a tu
alrededor.
No
olvidemos que son unos verdaderos privilegiados los que en la Mar, ante la
costa de Llanes y con el Cuera al fondo, pueden presenciar un espectáculo de
tanta magnificencia.
Aquellos que se adentran
en los mares, conocen las maravillas de la Obras del Señor.
Bueno,
pues si además de todo esto, consigues pescar calamares… ¡Gloria…Gloria…Gloria!
Fernando Suárez Cué
1 comentarios:
Hola Fernando ,
Además hacen un buen plato. Mañana comencemos una ración de los últimos de noviembre
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