jueves, 25 de julio de 2013

Creencias mitológicas marinas


Después de visionar este video, que cada una piense lo que quiera. Personalmente yo soy muy escéptico, por lo que tras verlo, puedo pensar… ¡Que cosas!

Creencias  mitológicas marinas
Llenas están las narraciones antiguas, de creencias sobre países fantásticos, situados siempre al borde de lo desconocido. El mito, seria más propio y más creíble, cuanto más lejos se situara del punto donde se encontrara el observador o narrador.

Pues bien, si hablamos del Mediterráneo, cuando la Grecia Antigua, comienza a explicar su geografía fantástica, en un punto concreto de la tierra, recurre lo más lejano conocido por aquel entonces, y piensa en Hispania, en el Océano Atlántico y en la Islas Afortunadas.

Al Oeste de Gibraltar, comienza la leyenda del Mar Tenebroso. Allí se encontraba las Islas Afortunadas, El Jardín de las Hespérides y la Atlántida. Hacia el Este, y dentro de nuestro conocido mar,  se mezclan la historia y la fantasía, se encuentra Tartessos, verdadera ciudad y ciudad mítica, y sus reyes, como Gerión y Argantonios, donde se mezcla la leyenda y la realidad.

La primera creencia sobre un mundo mítico remoto y envidiable, nos aparece con la Atlántida (Isla de Atlas), descrita en los diálogos de Timeo y Critias, en textos del filósofo griego Platón .

Rodeada por el Mar Tenebroso, fue según el mito, tragada por él, quedando solo eso, el mito de la Atlántida, y el mito de las islas que quedaron como desgarrones y mudos testigos de las tierras sepultadas bajo las olas, y la leyenda de que estas islas son las Canarias, Madeira, y Cabo Verde entre las reales, y las de San Brandan y Antilia como las imaginarias. Por todos los sitios y en cualquier lugar, ese mar amenazador e inmenso, ha sido por siempre tachado de ocultar entre sus misteriosas brumas, islas fantásticas y fantasmagóricas, al mismo tiempo que escondía en sus enormes dominios, países maravillosos y lugares edénicos.

Es muy rica la mitología mediterránea en un sentido exclusivamente marítimo, y comienza cuando empiezan a expandirse por el Mediterráneo los primeros pueblos navegantes. Cuando los dos grandes poderes económicos como Mesopotamia, con el Tigris y el Eufrates, y Egipto con el Nilo, comienzan su decadencia y pierden su manera de ser original como potamocracias (predominio de los ríos), desapareciendo de la historia para ceder esos primeros lugares a los pueblos egeos, Fenicia, Cartago y posteriormente Roma, que surgen como poderosas talasocracias (predominio sobre el mar), que se disputan el conocimiento y dominio del Mediterráneo.

Las influencias fenicias y griegas en la formación y propagación de mitos marinos fueron muy diversas.

Los fenicios fueron un pueblo lanzado al mar, primero por lo hostil de la geografía de su patria, una franja de terreno estrecho y pedregoso, y segundo por estar rodeado de pueblos enemigos fuertes y peligrosamente próximos.

Si a eso le sumamos, su fácil acceso que tenían a los magníficos cedros del Líbano, para la construcción de sus naves para navegar por un mar bastante moderado en sus cóleras y poblado de cientos de islas y costas recortadas que les facilitaban la navegación por singladuras, lo que actualmente se denomina navegación de cabotaje, no es de extrañar que tomaran con ahínco esa salida.  

Ahora bien, como todo lo que está relacionado con los fenicios, también su mitología es comercial, debido a su carácter práctico y utilitario como pueblo poco dado a la fantasía, era preciso poblar ese mar en el que descubrían y comerciaban, de monstruos, dragones y dioses horripilantes, para evitar en lo posible cualquier rivalidad y competencia, pues así intentaban evitar y dificultar la presencia de otros navegantes, ante los atrasados pueblos que descubrían y cuyas riquezas les eran fáciles de quitar. Los fenicios hallaron en el miedo una garantía insustituible.

Llegan a Tartessos, la rica ciudad que les abrió sus puertas, llenándolos de plata y otras riquezas, y aunque ellos doblaron el Estrecho y llegaron a los lejanos mares del Norte, debían poblar esos mares de criaturas terroríficas y espantosas.

Posteriormente los griegos extiende su propia talasocracia, pero de una forma más ilustrada, como una expansión de su espíritu ávido de inquirir y conocer, no les interesa un mar poblado de terrores, ellos, a través de su helénica fantasía, lo llenan de seres más parecidos al hombre, unos bellos y delicados, otros deformes y espantosos, pero todo ello surgiendo de una forma seductora y poética.

La mitología griega surge grande y bellísima, y es el mar Mediterráneo una de sus fuentes más ricas.

Pronto el mar Egeo, creador de antiquísimas culturas, alberga pronto en su fondo el magnífico palacio de Poseidón, al cual acompañan nereida Anfitrite, como esposa y “diosa del mar tranquilo”, Glauco, divino monstruo del mar, e hijo de Poseidón y la náyade Nais, el buen Nereo, “dios de las olas del mar”, y toda una corte de nereidas y tritones.

En fin, que pronto surgen una serie de narraciones de hazañas guerreras, fantásticas luchas, y viajes marítimos inverosímiles, pero se trata de hazañas marinas, hazañas heroicas, no utilitarias o comerciales.

Uno de los mejores ejemplos ha sido el viaje de los argonautas, para conseguir el codiciado vellocino de oro y vengar el honor ofendido de Troya.

También surgen seres monstruosos, pero no para engañar la mente con enormes e inútiles terrores, sino para destacar la valentía de los héroes que supieron vencerlos.

Hasta la vista

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