lunes, 23 de septiembre de 2013

El Coloso

El Coloso de Rodas. La representación del dios Helios
 
 
El Coloso
La ciudad de Rodas, situada en la isla que lleva su mismo nombre, era la capital de un estado formado por algunas posesiones en las costas del Asia Menor y por las islas llamadas Espóradas, que en número de doce formaban el gran archipiélago del Dodecaneso, al sureste del Mar Egeo.
Fue sin duda alguna, una de las ciudades más nombradas de la Antigüedad y cuyo nombre llegó hasta nuestros días, ante todo, por su importantísimo puerto, que constantemente frecuentado por los navíos fenicios y egipcios, servía además, como refugio a las flotas de los distintos pueblos ribereños del Mediterráneo, a cuyas naves albergaba en él, tras la demanda de comercio y seguridad.
Con el tiempo, y debido a la expansión de los rodios (habitantes de Rodas, hoy denominados rodenses), se formó un imperio marítimo que llego a centralizar todo el comercio del Mediterráneo Oriental, creándose por consiguiente la ampliación del espacio portuario, construyéndose por ese fin, un gran puerto que posiblemente junto al de Alejandría en Egipto, fueron los mayores de su época.
Si empezamos a seguir un poco la historia, nos encontramos que tras la muerte de Alejandro Magno a la corta edad de 32 años, varias disputas tuvieron lugar en la antiguo Imperio Magno, quedando dividido en varios territorios menores. Rodas, al igual que parte de Egipto, quedó bajo el control de Ptolomeo I, controlando así el comercio en la parte oriental del Mar Mediterráneo.
Este hecho no fue del agrado Antígono I “El Tuerto”, por lo que en el año 305 a.C. mandó a su hijo al mando de un ejército de 40.000 hombres para tomar la ciudad de Rodas y romper así el control de Ptolomeo I en el comercio de la zona. Pero la astucia del ejército de Ptolomeo I y debido a la obstinada y feroz resistencia de los rodios, impidió que la toma de la ciudad se consiguiera, obligando al ejército de Demetrio, hijo de Antígono, a huir dejando sus armas de asedio atrás.
Como apunte adjunto, debemos saber que hoy en día, y en recuerdo de las tácticas de este estratega macedonio, se denomina poliorcética al arte militar que consiste en el ataque a plazas o ciudades fortificadas.
Acabado el asedio de Rodas, y retirados del campo de batalla los ejércitos enemigos, la ciudad, en conmemoración y con el fin de celebrar y perpetuar esta magnífica, para ellos victoria, el pueblo de Rodas decidió homenajear a su dios patrón Helios con una construcción de dimensiones desconocidas que fuera el mas colosal de su tiempo, y posiblemente de todos los tiempos, hasta entonces, utilizando los materiales, máquinas de guerra y pertrechos abandonados y dejados atrás en los campamentos de asedio por el ejército macedónico de Demetrio, tras su derrota y retirada. La estatua se construyó sobre un pedestal de entre 15 y 20 metros de mármol blanco junto al puerto de Mandraki (nombre del puerto de la ciudad de Rodas) con un esqueleto de madera y piedra, y forrado de bronce, consiguiendo la estatua alcanzar entre 30 y 32 metros,

Esta figura, la del Coloso, con sus 50 metros de altura, entre pedestal y estatua, y más de 290 toneladas de peso (según cálculos actuales), representaba al dios Helios (el Sol), poderoso protector de Rodas, mientras que otros autores afirman que la estatua representaba a Apolo, aunque bajo la advocación de Helios iluminando el mundo. Se confió la obra al escultor griego Kares de Lindos, nacido en la isla de Rodas y discípulo de Lisipo de Sición, famoso escultor de la corte de Alejandro Magno
Construyó el Coloso de Rodas, comenzando por el diseño de los bocetos hacia el año 300 a.C., y terminándose la construcción de la estatua 12 años más tarde, hacia el 288 a.C. Obra que fue su gran culminación como escultor y a la que posteriormente se la declararía como una de las Siete Maravillas del Mundo. La base era de mármol blanco y la estructura fue gradualmente levantada con hierro y piedra sobre los que se depositaban capas de bronce.
Kares de Lindos terminó suicidándose en 280 a.C. al no poder soportar la presión que le suponía el no estar seguro el haber podido lograr la estabilidad de la gran estatua.
Dicha obra, solo se mantuvo en pie durante unos 55 años, pues en el 224 a.C. un violento terremoto que asoló la isla de Rodas, generó grandes daños estructurales en toda la ciudad, quebrando la estatua de Helios a la altura de las rodillas, provocando el derrumbe de la misma  sobre el Mar, quedando tan solo el pedestal y algunos restos de los enormes pies.
Ptolomeo III propuso la reconstrucción de la estatua, pero el Oráculo de Delphi sugirió que esto no se hiciera, ya que hizo creer a los habitantes de Rodas que el terremoto era la muestra de al dios Helios el Coloso de Rodas le había parecido una gran ofensa a su deidad.
Las ruinas del Coloso, se mantuvieron esparcidas por el mismo lugar de la destrucción de la estatua durante varios años, tal y como nos lo relatan los escritos de Estrabón y Plinio el Viejo, hasta la llegada en el año 672 de nuestra era, y durante el reinado del califa Omar, las fuerzas turcas bajo el mando de Muawiya ibn Abi Sufyan, capturaron la ciudad de Rodas.
Preguntado el califa Omar respecto a lo que debía hacerse con la destruida y abandonada estatua del Coloso, respondió despectivamente, “Reducidla a pedazos y vendedla como chatarra”
La orden se cumplió inmediatamente. Se rescataron de la Mar los restos de este Coloso  y cientos de hombres se dedicaron a destrozar, en pocos días, aquella estatua que a Kares de Linde le había costado doce años construir. En el año 663, ya de nuestra Era, se rescataron del Mar los gloriosos despojos de este Coloso que se vendieron a un comerciante judío de la ciudad de Estesa, el cuál repartiendo el peso en 900 cargas de camellos, los condujo a tierra firme donde fueron fundidos.
De esta forma tan vulgar perdió la posteridad aquel Coloso sin igual, asombro y admiración de los antiguos y orgullo de la próspera y florida Rodas.
Así desapareció el último vestigio de la que fue, según los griegos clásicos, la Quinta maravilla del Mundo Antiguo. Aunque la costumbre de elevar gigantescas estatuas procedía de Egipto, el Coloso de Rodas fue obra griega, es decir, maravilla de arte, producto total y absolutamente bello y fascinante. Gracias a sus dimensiones, los marinos que se acercaban a Rodas veían desde lejos la enorme masa de metal, en cuya pulimentada superficie se reflejaban la luminosidad del cielo y la azulada inmensidad del mar.
Al no haber ningún documento gráfico que demuestre la situación exacta y el posicionamiento de esta gran figura, algunos autores sitúan la estatua con las piernas abiertas, apoyando cada uno de sus pies en cada uno de los pretiles que formaban la bocana del puerto de Mandraki, formando un ángulo bajo el que se veían obligadas a pasar las naves que entraban y salían de Rodas.
Varios estudios estructurales efectuados en la actualidad, demuestran que dados los materiales de construcción usados en ese tiempo, esta forma no era viable, ya que la estatua se habría colapsado por su propio peso durante la construcción.
Otros estudiosos del tema, afirman que el Coloso, efectivamente estaba de pie, pero a un lado de la bocana, por lo cual los barcos entrarían y saldrían junto a él, y no por debajo de él, sistema de construcción mucho más factible.
En lo que sí parecen estar todos de acuerdo, es que como representación del dios Helios, el Coloso portaba en su mano alzada una enorme antorcha, en la cual se encendía una gran hoguera con la doble misión de iluminar la entrada del puerto y de guiar a los naves que por la noche se acercaban de arribada en demanda de refugio.
También hay quien afirma, y con cierta lógica, que una tercera misión del coloso, era protección del puerto de Mandrak, ya Desde lo alto, y en el hueco de la enorme cabeza del Coloso, los vigías rodios oteaban constantemente el horizonte en previsión de algún inesperado ataque por parte de sus enemigos. Cuando en alguna ocasión se aproximaban naves sospechosas, unas recias cadenas eran tendidas de torre a torre para impedir que las embarcaciones pudieran entrar en el puerto y pusieran sitio a la ciudad, mientras  que por medio de una puerta que se abría en el centro de su pecho, se podía arrojar aceite hirviendo, estopas encendidas o, grandes piedras sobre cualquier barco enemigo qué intentase pasar bajo o junto a la estatua.
Pero… ¿Cómo era el Coloso de Rodas? Nadie lo sabe con exactitud, aunque según la opinión de Willy Waas y tal como nos dice, “en todo caso su vista debió ser indescriptiblemente horrorosa, de mal gusto, repelente y además indecente en alto grado”.
La realidad es que hasta hoy día no nos ha sido legada representación auténtica alguna, por lo cual, los dibujantes dando rienda suelta a su imaginación, lo han representado de muy diversas formas, algunas de ellas cinematográficamente absurdas, intentan darnos a conocer la representación del dios Helios en Rodas, una de las más celebradas maravillas de la antigüedad, como ya hemos dicho.
Hasta la vista
 
 
 
 
 


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