Creencias y
costumbres marineras llaniscas
El "Repunte de las medias blancas"
-T: ¡Que! ¿Ya empezamos a hacer el payaso de buena
mañana?
-F: ¡Vale, vale! No digo nada, solamente buenos días
-C: ¡Buenos días! ¿Qué cuentas?
-F: Pues nada más que preguntaros una cosa que me
llamó la atención, cuando estaba hablando con Paco “Fragarán”, y que estaba
relacionado con los tenedores, en los pesqueros cuando están en la Mar, pues,
aunque es bien sabido que, aunque el temor a lo desconocido se asienta a todas
las profesiones, en el mundo de la mar parece ser más profundo, por lo que
aparecen supersticiones de las más diversas procedencias, y que todavía están a
la orden del día, como por ejemplo parecen ser los tenedores
-P: Esos “chismes” estaban prohibidos en los barcos,
pues daban mala suerte, y no sé porque, pero hasta tal punto, que, si en “el
balde” de la comida ponían uno de ellos, lo primero que se hacían al verlo era
tirarlo a la Mar, pues era un objeto maldito, llegando hasta el punto de que en
Tazones no se podía ni nombrar.
-F: Pues sí que estamos bien,
-T: Pues era así, solamente se empleaban la cuchara y
la “navaya”.
-P: ¡Ah! Y ni pienses por un momento que esto era lo
único que nos preocupaba, pues había otras muchas cosas, que, si las sumamos a
todas la que había en la Costa del Oriente, te encontrabas con “cienes” y
“cienes” de cosas, a las que hoy en día ya no le damos tanta importancia.
-T: Bueno, habla por ti
-F: ¿Por ejemplo?
-P: Pues verás, no se podía silbar en ningún momento
en alta mar cuando andabas en ella, porque podía atraer al vientu
-F: Que quieres que te diga, si nos vamos a las épocas
de la navegación en que las maniobras estaban dirigidas por el silbato del
contramaestre, podría ser que se dijera esto para evitar que algún marinero
silbara, confundiendo así a la tripulación
-T: Ni llevar un paraguas, que eso era provocar
directamente a la mala suerte.
-C: Otra era que una mujer no podía subir a bordo,
porque se creía que volvería loco el “compas” (rosa de los vientos)
-F: Como esto viene de antiguo, yo lo que creo, es que
decían eso, porque una mujer embarcada con una tripulación de hombres, que
posiblemente llevarían muchos días sin ver tierra, podía llevar a situaciones
muy tensas, y esa era una manera de evitarlas
-C: ¿Pero de qué vas tu ahora, de “abogau del diablu”?
-F: Bueno, lo mismo decían de la buena suerte que daba
el llevar un gato a bordo, aunque solo fuera porque limpiaba de ratones las
bodegas y sentinas. Además, no tienes que preocuparte en demasía de ellos
porque son muy independientes, además de cariñosones.
-T: Siempre no, pues cruzarte con un gatu negru, una
mujer de pelu roxiu o una raposa, era de lo peor que podía pasarte, y solo si
decías “toca fierru”, podías alejar esa mala suerte.
-T: ¿Y de los “ciguas”? Que me decís de los “ciguas”,
en cuanto uno entraba en la lancha, ya no se pescaba nada. Aquí en la Villa
tuvimos a varios muy conocidos, con los que nadie quería salir.
-F: Eso es un poco raro, porque yo salía muchas veces
a faenar, y si no se pescaba nada, me echaban la culpa a mí y diciendo que era una
cigua, y eso no era cierto.
-T: No sé yo… Por algo te lo llamarían
-C: Total, que si no pescaban se achacaba la culpa al
más joven de los que embarcaban en la lancha, y para contrarrestar y quitar esa
mala suerte, a la que decían tener “la güita”, había una costumbre muy curiosa
entre los marineros de La Arena, en Soto del Barco, que consistía en que el
grumete tenía que quemar esa noche un vestido de la “gÜela”
-F: ¡Santa Ana bendita! Y…. ¿Qué culpa tenía la
abuela?
-C: Y yo que me sé, pero era así
-F: ¿Alguna otra más?
-R: Pues si, como lo que pasaba en la costa de Luanco,
que cuando trababan algún, pez extraño, máxime cuando además de desconocido era
feo, se decía que este animal portaba “el cigúatu”, o sea que traía la mala
suerte.
-F: Pues fijaros que coincidencia, pues una vez que
estábamos hablando de los peces venenosos, os nombré a la “ciguatera” como la
enfermedad producida por la ingestión de peces que la padezcan (“ciguatos”), o
sea, que realmente “el cigüatu” mala suerte si traía.
-C: Otras eran realmente extrañas y sin una
explicación lógica aparente, si es que en realidad alguna tuvo explicación,
pero vaya, como otra curiosa la de los pescadores de Carreño, en la
Mancomunidad del Cabo de Peñas, que, para atraer la buena suerte, llevaban
oculta entre sus ropas una piel de culebra.
-R: Como habéis dicho antes, en esa época y entre los
marineros las supersticiones, estaban a la orden del día, por lo que había
creencias como “aojar”, o echar el mal de ojo.
Pues bien, cuando se creía que alguna mujer podía
“malgüeyarlos” para arruinarles la pesca, los marineros de Tazones metían entre
las rendijas de la lancha, manojos de “ruda”, pues era tradición que esta
planta ahuyenta a las brujas, conociéndosela también como la “hierba de los mil
usos”, pues se dice que las cosas negativas retroceden ante ella, y es por eso
que se emplea en una gran variedad de hechizos, ya que no hay mal que no pueda
deshacer. También se usaba como hechizo de amor para atraer a las personas
indicadas, ya se trate de amigos o de parejas, pero bueno, esa la dejamos
porque es otra historia.
Flores de la ruda
Estos y otros más eran algunos de los presagios y
tabúes en los que creían los pescadores de nuestro oriente asturiano. Creencias
que también compartían con gallegos, cántabros y vascos.
-P: ¡Home!, también está la costumbre de romper una
botella de champan, sobre el casco del barco que van a botar.
-F: Eso creo que viene ya de los antiguos griegos, que
rociaban una buena cantidad de vino sobre la cubierta del nuevo barco. Igual
era para comprobar que no filtraba… ¡Vaya usted a saber!
-R: También al armar un barco, se ponía una moneda de
oro o de plata, bajo el palo mayor antes de afianzarlo.
-P: ¿Y de los curas? Que me decís de los curas que
también era un encuentro de mal augurio el tropezarse con uno de ellos antes de
embarcar, y como tampoco podía ser nombrado, se usaban eufemismos como “el de
largu” o “el de negru”
-F: Volvemos a lo mismo, la superstición del marinero
relacionaba al cura con funerales y entierros, y… ¿Qué crees que podían
pensar?… pues que no era plato de buen gusto. Yo creo que todo tiene más o
menos una explicación, que, aunque no se pueda decir que muy lógica, no deja de
ser una explicación, pues estos y otros más eran algunos de los presagios y
tabúes en los que creían los pescadores de nuestro oriente asturiano. Creencias
que también compartían con gallegos, cántabros y vascos.
-C: Mira, eso sí lo creo yo, que todo tiene algún
motivo para empezar a ser.
-F: Pues ahora si no os importa dejarme que os cuente
una serie de personajes de la mitología asturiana relacionada con la Mar.
-T: Empieza que p´a ti es la perrona.
-F: Pues veréis vamos a empezar, a mi modo de entender
por las dos más importantes:
La diosa Deva
La diosa Navia
En el norte de España, en Galicia y Asturias, algunos pueblos, playas y ríos
llevan su nombre.
El "Nuberu"
Los Ventolinos: Los ventolínos son los “primos buenos” de los nuberus. Según el mito son los responsables del rocío
nocturno y de las lluvias veraniegas (txirimiri y calabobos). Los “ventolinos” son unos duendes extremadamente
pequeños, aunque en ciertas ocasiones se les puede llegar a ver. Flotan en el
aire, y a los marineros les llevan los vientos suaves y los rayos de luna, por
lo cual tienen una gran aceptación entre las gentes de la Mar. Entre otras
tareas, transportan los suspiros de los enamorados, duermen a los niños y
llevan el último adiós de los padres, a los hijos que embarcados están lejos, y
mensajeros de aquellos que fallecen lejos de su hogar.
-F: Bueno compañeros, creo que ya está bien por hoy, así que vamos a
dejarlo aquí, y marchar a La Barra, a ver como se está comportando hoy la Mar.
-T: ¿Está t’o pagu?... ¡Pues andando!
-F, Siempre preguntas lo mismo, pero en cambio te "estiras" menos que un azuleju.
Buena Mar y hasta la vista amigos
Fernando Suárez Cué
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