Aprovechándose del sexo
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-F: ¡Buenos días pandilla!… ¿Qué pasó?
-T: Por aquí nada nuevu, solo lo que tú traigas, que
acabas de llegar.
-F: Pues por mi parte, como no sea que os cuente lo
que venía recordando, sobre un tipo de pesca que por aquí no se practica…
-R: Buenu, pues nada, tomate un cafetín y empieza a
contarnos esa historia.
-F: Bien, pero no empecéis a pensar en cosas raras,
cuando os diga que todo se basa en aprovecharse del sexo y del instinto
reproductor de todas las especies que existen en la mar, pues lo que os voy a
contar, y espero me dejéis, ya que es sobre una forma de pescar que se practica
en el Litoral de la Costa Catalana, y que basándose en las cualidades de sus
aguas, no creo que se pueda practicar en la Costas de Cantábrico, o por lo
menos yo nunca he oído hablar de ella.
-P: ¡Vaya chachu! Resulta que pescan más y son más
listos que nosotros.
-F: ¡No concho!, que yo no he dicho eso, y si esperas
un pocu y callas un ratín, igual hasta te gusta e interesa.
-T: ¡Venga!… Empieza ya de una vez, que a mi si me
interesa conocer otros sistemas de pesca.
-F: Ante todo vaya por delante mi agradecimiento a un
buen amigo, Juan José Pascual (Juanjo para los amigos), que en su clásico, pero
magnifico barco “Yola”, fue el primero que me hablo de este sistema y
posteriormente me introdujo en este arte.
-C: Muy bien, muy educado y muy agradecidu aquí el
criu, pero… ¿Quieres empezar de una vez?
-F: Antes de empezar, os diré, que cuando los grandes
barcos arrasteros levantan en sus aparejos a las jibias, separan las hembras
que están más vivas y fuertes, y las colocan en los viveros del barco para
poder llevarlas a puerto en las condiciones más idóneas posibles, con el fin de
venderlas a los pescadores, tanto profesionales como deportivos para que las
puedan emplear como reclamo durante la pesca denominada “a la famella” (a la
hembra), o “pesca de la sepia al celo”
Para efectuar esta pesca, se coge la jibia, y por su
cola se le coloca un anzuelo clavándolo en la “concha” o “sepión” duro que le
sirve como esqueleto interno, pero de forma que no lo atraviese ni le salga por
el otro lado del cuerpo. Es un anzuelaje que hay que hacerlo con la suficiente
delicadeza como para no dañar al animal rasgándolo, pero procurando que quede
firmemente sujeto, como para que más tarde, sin librarse y sin causarle daños
mayores, pueda aguantar las embestidas que le esperan.
Una vez bien anzuelada, se deja como una braza de
línea detrás de ella donde se le coloca un plomín pequeño, que será el que la
obligue a irse al fondo sobre la arena, al mismo tiempo que permite moverse más
o menos libremente dentro de su ambiente territorial. A partir del plomo, la
línea continúa hasta la mano del pescador que se encuentra en la lancha.
-R: Muy bien, no parece un aparejo muy complicado
-F: Os decía que es un tipo de pesca, que no sé si se
practica en el Norte, ya que las aguas en las que se desarrolla son aguas muy
claras y con una profundidad que nunca supera entre el metro y los dos metros
de calado y con fondos de arenas limpias, o sea, prácticamente sobre las
orillas de las playas, de forma que a la jibia la podamos estar siguiendo con
la vista, sin perderla en ningún momento y sin que los movimientos de las olas
entorpezcan la faena de pesca.
Pues bien, ya estamos en la lancha, que por cierto a
de ser pequeña y de poco calado, para poder entrar casi hasta la arena,
siguiendo, si los hubiera, los contornos rocosos de la costa. Soltamos la
jibia, y dejamos que descienda hasta el fondo siguiéndola con la lancha a la deriva,
si la corriente nos es favorable, o empleando los remos si fueran necesarios,
pero nunca empleando el motor ya que aparte de la arena que pudiera levantar la
hélice, emballaríamos las posibles presas que anduvieran por esos andurriales.
El seguir a una jibia con la vista no es tarea nada
fácil, aunque tengamos a favor la limpieza y claridad de las aguas, y su escaso
fondo, pues como ya sabéis es un animal mimético, o sea, tiene la facultad de
tomar el color y el aspecto del terreno que le rodea para su mejor camuflaje.
Por cierto, la palabra “mimetismo” proviene del vocablo griego “mimeomai”, que
quiere decir imitar. Este mimetismo lo consiguen ciertos animales, entre ellos
la jibia, a través de unas células que se encuentran concentradas en la periferia
del cuerpo del animal, llamadas “cromatóforos”, que estando llenas de un
pigmento de coloración, son capaces de abrirse o cerrarse según sean excitadas
por la luz, y por lo tanto por los colores que les llegan del exterior, hasta
conseguir semejarse a todo lo que les rodea. Estos “cromatóforos extensibles” o
con “pigmento móvil”, son la base de este fenómeno del cambio de coloración.
-T: Que leído eres…
-F: ¡De nada hermanos! … Ya se acabó la clase de
Zoología, y espero no aburriros más.
-C: Venga continua y no seas pelma
¡Seguimos!. Ya estamos en la lancha, la jibia en el
agua y sobre la arena, y con cierta dificultad para seguirla con la vista, si
no fuese porque nos ayudamos siguiendo la línea que desciende en el agua y por
el plomín, que ese si es mas fácil de localizar y seguir.
Cuando el macho excitado por su instinto de
reproducción, se acerca al lugar donde nada la hembra, esta empieza a tomar una
preciosa coloración rosada y una vez el macho se abalanza sobre ella, con tal
velocidad que a la vista le es imposible seguirle, nos damos cuenta de que la
cópula ha comenzado, por el fastuoso color rojo, que junto con el macho,
adquiere la hembra al ser cubierta. ¡Vaya!… Igual como cuando a un doncel o a
una doncella “les sube el pavo”!.
Ese es el momento de halar la línea y con un celabardo
cogerlos a los dos. Se separa el macho y se le mete en un caldero, devolviendo
a continuación la hembra al agua. Y… ¡Alabado sea el Señor! ¡Ya entró el
primero!
Esta alabanza, la aprendí de mi tío Baltasar (tiu Batá),
que siempre la decía, cuando al estar pescando embarcaba la primera pieza.
En el caso, de que a nuestra jibia no le gustara el
pretendiente lo que hace es soltarle un violento chorro de tinta, que siendo
bien visible para el pescador, le obliga a recoger al animal y cambiar de lugar
de pesca, ya que de no hacerlo así y quedarse dentro del territorio del macho
rechazado, se encontraría que la pesca había terminado porque el susodicho
macho, por un lado no dejaría entrar a otro en su territorio, y por el otro
seria constantemente rechazado por nuestra hembra. ¡Total, una alegría perder
el tiempo!.
Algunas veces, y estando pescando con este sistema,
nos fijamos en que la jibia, en un instante, de como un “fogonazo” en color
blanco y a continuación se queda por unos momentos como si estuviera hecha de
mantequilla. Sin pensarlo hay que sacarla del agua rápidamente, pues nos está
avisando, sin ella saberlo, de que se aproxima un depredador, como puede ser la
lubina, o cualquier otro animal, de los que nuestra jibia se encuentre dentro
de su cadena alimenticia.
Cuando entra el Otoño, se emplea para pescar a estos
machos otro sistema que por las Costas Catalanas le llaman “pió” o “pesca de
los jubilados”, porque dicen que no se trabaja. Consiste en una especie de
enorme “sibionera” o “potera”, con una copa aproximadamente del tamaño de una
mano, con un mástil muy fino y en la que se coloca una sardina. Se cala entre
40 ó 50 brazas de profundidad, en fondos que se sepan de arena y se dejan
arrastrar por la corriente. Parece ser que es fácil levantar “jibiones” de
entre un kilo y medio y tres kilos. También creo que le llaman “la pesca de los
jubilados”, porque todo ese peso lo levantan con carretes eléctricos. La
aplicación pura y dura de la Ley del Mínimo Esfuerzo.
Y eso es todo. Ese fue el tipo de pesca que me
enseñaron y que de verdad es apasionante por la atención que tienes que
emplear. No puedes ni pestañear, pues cuando se acercan los momentos álgidos
ocurre todo rapidísimamente.
Por cierto, si al escoger la jibia, consigues una
hembra guapa, “sexy” y un poquitín “pendón” la pesca está asegurada y en gran
cantidad. Y es que los machos… ¡Qué bobos son!
-C: Muy bien e interesante… ¿Oíste?, pues ahora vamos
a ver la Mar.
Buena Mar y hasta la vista.
Fernando Suárez Cué
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